Después de una semana de ver el cartel en las marquesinas advertí que anunciaba la última película de James Bond y no un reloj de pulsera. Lo misterioso de ese James Bond al servicio de la marquesina -"Quantum of solace"- es que no mostraba el reloj. Cerré el círculo cuando vi en las revistas el anuncio de Omega de Daniel Craig, 007. Todo esto me pilló distraído, porque si lo hubiera pensado un segundo de cronómetro me habría dado cuenta de que es una tradición de Omega colocarle una pulsera que da la hora al agente con licencia para matar y de Swatch colocarnos otra más barata con alguna referencia a las viejas películas de la serie. Los relojes de caballero de Bond no miden el tiempo, sino el dinero. En el reloj-joya el oro es tiempo. En el de lujo, más que el tiempo, se mide la testosterona. Por eso ves a tipos muy masculinos presumiendo de muñeca (como las niñas muy femeninas).

El Omega Seamaster Planet Ocean 600m "Quantum of solace" lo recomiendan para "hazañas increíbles bajo el agua con éxito hasta los 600 metros". No pienso hundirme tanto, pero habrá tíos que bajen a 600 metros, miren el reloj y piensen: "Las tres menos cuarto y el pan sin comprar. Me mata mi señora". Y corriendo a la superficie (comercial). Si James Bond lleva un reloj tan sumergible es porque no hay chica que le dure dos películas y no tiene que comprar pan ni llegar a las tres. El reloj de pulsera normal es reloj, el muy caro es pulsera pero no tan ornamental como funcional, no tanto orfebrería como tecnología. Nadie lleva un reloj de lujo para que le dé la hora (mucho más cara de lo que la da un reloj barato), sino para indicar a los otros que su tiempo vale más. Además, con James Bond como vendedor de relojes se consigue identificar al macho alfa con el macho omega. Felices sueños.