Vaga desde hace días por el espacio una caja de herramientas que se le escapó por descuido a una astronauta del Endeavour, mientras arreglaba una avería en el exterior de la nave. ¿Sobrecoge o no sobrecoge la imagen de esa caja flotando en medio de la nada, sometida a los caprichos, o quizá a las leyes gravitatorias del Universo? Sobrecoge, sí. Una caja de herramientas estremece incluso en el cuarto de estar. Yo tengo una que guardo en el sótano y cada vez que voy a buscarla para reparar algo, subo por la escalera con la sensación de llevar en la mano algo ancestral, atávico, algo heredado de mis antepasados, algo extraño. Vi en un documental sobre herramientas a un gorila que fabricaba un utensilio para cazar hormigas en insectos de los que anidan en las ranuras de los árboles y que se lo prestaba luego a su hijo, y me acordé de mi padre, que regalaba llaves inglesas y destornilladores. Me pregunté si perteneceríamos a una familia de gorilas. Mi padre siempre llevaba encima un destornillador con el que arreglaba las cosas menudas. Para las averías graves, recurría a la caja de herramientas. Mis hermanos y yo sentíamos un respeto enorme por aquella caja de dos pisos donde convivían los alicates con los sacabocados y las tenazas con el martillo. También tenía, en una serie de compartimentos ad hoc (qué rayos querrá decir ad hoc), un sinfín de clavos y tuercas y tornillos que cuando no servían para un roto, servían para un descosido.

Esa es la caja que guardo yo en el sótano. La heredé, aunque no por voluntad propia. Me tocó en el reparto y volví a casa con ella y con la expresión perpleja del gorila del documental citado más arriba. No sabía dónde guardarla. A veces la abría y jugaba con la llave inglesa, que me parece un artefacto diabólico. No llego a ser un manitas, como mi padre, pero tengo habilidades manuales notables. Lo arreglo todo en casa. Dedico los sábados por la mañana a esta actividad, en homenaje a mis mayores. Ahí estoy, agachado, junto al bidé, revisando sus grifos, o junto a la cocina, cambiando la goma del gas, que está caducada. Siempre con la caja de herramientas de mi padre al lado. No estaría mal que se me escapara, como a la astronauta, y vagara por el espacio mientras yo me dedico por fin a vivir mi vida.