Una de las incógnitas más preocupantes del "asunto Prestige", cuando se cumplió otro aniversario de la decisión de alejar de Muxía el buque y hundirlo en el Atlántico, es que nadie sabe a estas alturas qué haría si se repitiese la circunstancia. Y eso, cuando no se puede garantizar que no ocurra otro caso igual o parecido, a pesar de las distintas opiniones que sobre el naufragio se han vertido por los múltiples expertos que tras la catástrofe surgieron; abundancia que es por cierto otro misterio, ya que nunca antes aparecieron tantos.

Queda dicho que no hay garantía de que no pueda repetirse algo semejante porque ante las costas gallegas siguen pasando miles de buques con cargas peligrosas; porque no se han concretado sistemas de probada eficacia para prevenir vertidos de petróleo y porque no se han cumplido en forma y fondo las disposiciones que, tanto tras el Prestige como antes por el Erika, se hicieron para una navegación más segura. Y hay motivo para dudar: los episodios de fugas de fuel vividos en Andalucía, de entidad menor a los otros, demostraron que la "autoridad competente" no lo es demasiado...

Sin la menor intención de consagrar las leyes de Murphy como científicamente irrefutables -y por tanto inevitables- es preciso decir que en esto de la previsión de naufragios se cumple al menos la primera, que habría de definirse como la del "agravamiento matemático". Y es que hechos como el de que Europa siga sin crear un servicio comunitario de guardacostas, que la legislación de seguros aún no obligue aquí como por ejemplo en Estados Unidos o que la jurisdicción sea esclerótica, llevan a la conclusión de que lo susceptible de empeorar, empeorará.Y el caso del Prestige es susceptible, sí.

Los exégetas del gobierno actual insisten -e incluso presumen, como en la impúdica foto del alcalde de Vigo, la senadora Silva y otros que cuando lo del Prestige estaban en el limbo y aparecieron brindando como "loitadores pola ecoloxía"-,en que la dotación de medios contra las mareas negras se ha incrementado de forma notable. Y es verdad, pero insuficiente: como casi todo el mundo sabe, lo que va al mar vuelve siempre, y no es en tierra donde mejor se combate el problema. Hay que saber primero qué hacer en el océano.

Esa es el motivo por el que se planteaba al principio la cuestión de quién toma decisiones sobre alejar los buques o llevarlos a zona cerrada a pesar de la oposición de los vecinos. Un dilema que sigue sin resolver, que ahora se responde con el eufemismo de "las decisiones, sobre la marcha" y cuya solución queda en manos de los políticos, con criterios que no siempre son fiables por muy asesorados que estén. Y en el cumpleaños del polémico alejamiento del Prestige, eso debe resolverse con claridad de una vez por todas. Por si acaso. Eh...?