Deseoso de proporcionar a los gallegos una vida regalada, el Gobierno autónomo garantizará el pago de las cuotas de la hipoteca, los plazos del coche y hasta las reformas interiores de la casa a aquellos ciudadanos que pierdan su trabajo por azares de la inexistente crisis. Al viejo subsidio de paro, la Xunta acaba de añadir ahora la imaginativa idea del seguro de pago. Aunque todavía no es la Arcadia feliz, Galicia va camino de convertirse en un país donde casi todo -tarde o temprano- resultará gratis.

El Gobierno, desde luego, está dispuesto a tirar la casa por la ventana: y no sólo -como pudieran pensar los malintencionados- en coches y despachos oficiales. Bien al contrario, los principales beneficiados por la largueza de los gobernantes serán en realidad los dichosos vecinos de este reino que tanto empieza a parecerse a Jauja.

Recuérdese que apenas un año después de su llegada al poder los actuales jerarcas de la Xunta asumieron el coste de los libros escolares que hasta entonces debían pagar -en todo o en parte- los padres de los alumnos. A aquella pionera medida no tardó en seguirla otra por la que se estableció la gratuidad en los peajes de un par de tramos de autopista.

Tan audaz apuesta a favor de que los gallegos vivamos de balde suscitó expectativas acaso un tanto exageradas entre la población. Los más optimistas llegaron a pensar que el Gobierno no tardaría en ponerles teléfono gratis mediante los oportunos acuerdos con las compañías operadoras: y ni siquiera faltó quién especulase con la posible supresión del recibo del agua.

Infelizmente, ni siquiera la tesorería de este país de las maravillas da para tanto, con lo que las facturas de agua y luz siguieron subiendo como de costumbre e incluso a mayor velocidad de la habitual.

No por ello ha menguado la generosidad de este Gobierno que desde el mismo día de su toma de posesión ha hecho del gratis total el lema que mejor lo identifica. Hasta los escépticos más irreductibles deberán rendirse a la evidencia tras la decisión de asumir los impagos de los desempleados que ayer anunció el presidente Touriño. A un asequible coste de sólo diez millones de euros, la Xunta asegurará el pago de su hipoteca y/o el préstamo suscrito para comprar coche a cualquier vecino de este país que caiga en paro por el efecto de las turbulencias financieras que nos azotan. Más no se puede pedir.

Siempre habrá, naturalmente, algún cenizo empeñado en recordar que nada es gratis en esta vida y, a lo sumo, lo único que varía es la modalidad de pago. Ese sería sin duda el caso de los libros de texto y los peajes liberados de las autopistas, que antes pagaban sus usuarios directos y ahora sufragan todos los contribuyentes a escote, tanto si hacen uso de ellos como si no.

Algo parecido sucederá con el pago de las hipotecas y demás plazos de otros préstamos que la Xunta ha decidido asegurar con cargo a los impuestos de todos los gallegos. Todos, incluyendo a aquellos que por su bajo nivel de ingresos no pudieron obtener el crédito necesario para adquirir un coche o una casa. Circunstancia de la que los aguafiestas podrían tal vez deducir que los mandamases de Galicia no están haciendo otra cosa que sufragar con el dinero de los contribuyentes en general las deudas que a título particular han contraído algunos o muchos de sus vecinos.

Pese a estos módicos reparos, no parece probable que la política de gratuidad del Gobierno autónomo vaya a suscitar el rechazo de la población. Convencidos como estamos de que la Sanidad, la Educación y hasta la televisión pública son gratis aunque nos cuesten miles de millones, nadie hará la menor objeción a cualquier nuevo regalo con el que decida obsequiarnos la autoridad competente.

Benéfica y magnánima, la Xunta que gobierna el país de la boina está empeñada en que vivamos de gorra. Los que aún se quejen, será de puro vicio.

anxel@arrakis.es