Dos acciones que no necesitan ni siquiera de tener el control del balón han puesto a España al borde del suicidio olímpico. Saric con un tapón y Marquinhos con un palmeo, han penalizado con derrotas el irregular juego de la selección nacional. A la Paudependencia le ha vuelto a tocar cruz en solo 48 horas. Difícil se hace apostar ahora mismo por un medalla olímpica cuando, además de lo difícil que se ha puesto clasificarse para cuartos de final, también habrá que sortear el cruce tempranero con los Estados Unidos. Más aún cuando por delante esperan todavía Nigeria, Lituania y Argentina, aunque los hay quienes aún no hayamos tirado la toalla.

Desde el comienzo se vio que el partido iba a ser agarrado al parqué. Apenas había situaciones de transición y la falta de acierto de los de Scariolo desde la larga distancia ya adquiere síntomas peligrosos. Marquinhos pronto avisó de lo que iba a venir y encabezó el primer estirón de los suyos. Parecía nuevamente, que al igual que Bogdanovic, los aleros altos son el punto débil de la defensa roja.

La falta de confianza en el perímetro alimentó el hambre de rebote ofensivo, parcela que permitió a España oxigenarse a la espera de su momento. Este llegó con la entrada de Sergio Rodríguez por un incomodísimo Ricky Rubio. Y también con los cambios defensivos de un Scariolo que quizá tuvo que mostrar antes de lo que quisiera su plan de partido.

La ansiedad de Brasil también jugó a favor de España. Especialmente en lo referido a las muchas faltas personales en las que incurrieron en el segundo cuarto. Quizá también fuesen parte de la táctica de partido Magnano como protocolo de actuación para desgastar a un Pau Gasol que recibió hasta doce caricias de los verdeamarelos.

Con 31-34 y con la sensación que el juego tendría que empezar a fluir en algún momento, se llegó al descanso. Sin embargo, España volvió a caer en lo previsible. En los balones a Gasol para encomendarse a su talento enjaulado en la maraña defensiva brasileña. Con 33-42, Scariolo gastó su primera llamada al orden para volver a crear confusión al ataque rival con defensas cada vez más tácticas. El plan salió bien y la recuperación se hizo efectiva coincidiendo nuevamente con la entrada de Sergio Rodríguez (39-42), hasta que le tocó descansar al de Sant Boi y el partido volvió a dar otro vuelco (45-53).

La aparición de los anotadores exteriores esta vital para una España que firmaba un 1/11 en triples tras los primeros 30 minutos. Esa era la explicación a perder de 8 puntos pese a haber ido más del doble de las veces que Brasil a la línea de tiros libres. Con Navarro sin magia, con Rudy sin tacto y con Abrines y Calderón relegados al banquillo, solo Llull podía asistir a la desesperada llamada. Y lo hizo. El escolta balear, jugando minutos al base. espoleó a los suyos con dos triples que hicieron albergar esperanzas (64-63) cuando aún faltaban dos minutos. Todo ello mientras los cariocas se agarraban cada vez más al partido a base de atleticismo y rebote de ataque ante la falta de ideas.

Fue entonces cuando el partido se desbocó. Los de Scariolo lo tuvieron en sus manos desde el tiro libre, pero no pudo ser. A 23 segundos y con 65-64 a favor, Pau Gasol erró sus dos intentos desde la línea de personal -ya antes había fallado Llull- dejando la última posesión a Brasil para ganar el partido y lo logró pese a un pésimo ataque que terminó en un lanzamiento que Marquinhos transformó en canasta con un palmeo entrando desde el lado débil y castigando la pasividad de Mirotic en la acción. Quedaban 5.5 segundos y España la tuvo otra vez para salvar el pellejo, pero el horrible lanzamiento no alcanzó ni a tocar el aro.