La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, alcanzaron a primera hora de ayer un acuerdo que permite pasar a negociar la futura relación comercial entre el bloque comunitario y el Reino Unido. Londres acepta pagar entre 40.000 y 45.000 millones de euros por abandonar el club y no habrá frontera dura entre Irlanda, estado miembro, y la provincia británica del Ulster, que, pese a ello, saldrá de la UE con el resto del territorio británico, como había exigido el partido unionista DUP, que sostiene a May en el Parlamento de Westminster.

A May el acuerdo le garantiza la supervivencia política, aunque para conseguirla haya tenido que acceder a casi todo lo que dijo que no aceptaría después del referéndum de junio de 2016, empezando por la negativa de Bruselas a negociar el acuerdo comercial sin antes obtener "avances suficientes" sobre la factura de la salida, la cuestión de la frontera del Ulster y los derechos de los ciudadanos comunitarios en suelo británico y de los británicos en territorio de la UE.

Ahora, la CE recomendará al Consejo Europeo (los jefes de Estado o de Gobierno), que se reúne el día 15, que aprueba el paso a la segunda fase de las conversaciones. En el horizonte, pues, la negociación de un acuerdo comercial que, según la UE, se modelará sobre el suscrito con Canadá, que consumió ocho años de tramitaciones y cerca estuvo de decaer por el veto de los valones belgas.

May terminó ayer aceptando incluso que el Tribunal de Justicia de la UE tenga un papel: durante un periodo de ocho años, las cortes británicas le podrán plantear cuestiones prejudiciales sobre la interpretación del acuerdo final de salida del bloque comunitario, la denominada ley de Retirada, que se incorporará al Derecho británico.

Pero la cuestión más peliaguda era la fronteriza, y en ese punto las partes han hecho poco más que salvar los muebles para contentar al DUP, que ya echó por tierra el acuerdo el pasado lunes. Los cambios respecto a lo acordado ese día son, sobre todo, de ingeniería lingüística, porque el asunto no podrá ser resuelto hasta que se entre de lleno en las discusiones sobre la futura relación comercial, tal como reconoció el negociador jefe de la Unión, Michel Barnier.

Salvo que se encuentre otra solución, "el Reino Unido está firmemente de acuerdo en que Irlanda del Norte mantenga total alineamiento con las normas del mercado único y la unión aduanera", explicó Barnier. Sea como fuere, el Gobierno de la República de Irlanda dejó muy claro ayer que no aceptará un acuerdo final que no garantice que no "habrá una infraestructura física ni controles" policiales o aduaneros en la frontera del Ulster y la República de Irlanda.