Donald Trump ya tiene a punto su reforma fiscal, con la que quiere resarcirse de las derrotas que la heterogeneidad del bloque republicano en el Congreso le ha infligido, la más ignominiosa de todas la de no haber podido derogar la reforma sanitaria de Obama. Quizá por eso el magnate se ha esforzado en presentar la mayor reforma del código fiscal desde 1980 como fruto de un inédito acuerdo con los líderes republicanos.

Pero los demócratas, que pueden obstaculizar mucho en el Senado la aprobación del plan del presidente Trump, ya han adelantado que lo combatirán porque supone un "alivio fiscal para los más ricos".

Trump pretende "simplificar y hacer más justo" el código fiscal y acelerar el crecimiento económico del país, al rebajar del 35% al 20% la tasa impositiva para las empresas. En el impuesto de la renta, de los siete tramos actuales se pasaría a tres: 12%, 25% y 35%. Lo que supone reducir el tipo máximo, actualmente del 39%, y elevar levemente el mínimo, del 10%, que es en lo que se basan los demócratas para sostener su acusación de que el magnate beneficia a las rentas más altas, algo que él niega rotundamente.