La república africana de Burundi concita desde el miércoles buena parte de la atención mundial por ser el escenario de una crisis política que trae a la memoria las masacres genocidas de 1972 y 1993 y la larga guerra civil posterior (1993-2005; 300.000 muertos).

La crisis actual se desencadenó hace un mes a raíz de la pretensión del presidente burundés, Pierre Nkurunziza (apoyado por EE UU) de aspirar a un tercer mandato electoral, algo que la Constitución le veda. Se desencadenó así una oleada de protestas populares que, el miércoles, desembocaron en un golpe de Estado que, al parecer, ha resultado fallido. El golpe se perpetró aprovechando que el presidente se encontraba en Tanzania en una cumbre de la Comunidad de África del Este en la que se analizaba la crisis de su país.

Ayer, los militares golpistas y los leales al Gobierno chocaron con dureza en la capital, Buyumbura. Desde Tanzania, Nkurunziza pidió calma e insistió en el fracaso del golpe.