Los servicios de seguridad británicos y, de rebote el Gobierno del conservador David Cameron, han quedado en el punto de mira de todas las críticas tras saberse que los dos islamistas radicales que el miércoles asesinaron al soldado Lee Rigby en el barrio londinense de Woolwich estaban fichados, uno de ellos desde hace ocho años. Como primera medida, los servicios de seguridad tendrán que hacer frente a una investigación parlamentaria.

Mientras prosigue la investigación de los hechos para saber si los asesinos actuaron solos o forman parte de una conspiración, el Gobierno se defiende como puede de las duras críticas de los medios de comunicación.

El ministro británico de Comunidades, Eric Pickles, declaró a la cadena pública BBC que, si bien se llevará a cabo una investigación en profundidad de la actuación de los servicios secretos, es "imposible controlar a todo el mundo todo el tiempo" aunque los responsables estuvieran fichados. "He oído a expertos en seguridad explicar lo difícil que es, en una sociedad libre, poder controlar a todo el mundo", observó Pickles.

Los asesinos, Michael Adebolajo y Michael Adebowale, de 28 y 22 años, británicos de ascendencia nigeriana educados en el cristianismo y convertidos al Islam, se encuentran bajo vigilancia policial en dos hospitales diferentes de Londres, donde ingresaron por heridas de disparos policiales. Según fuentes hospitalarias, su condición es estable.

Precisamente, el diario "Daily Mirror" colgó ayer en su edición digital un vídeo grabado con un teléfono móvil en el que se pueden ver los momentos previos a la llegada de la policía a la zona del asesinato, así como el tiroteo subsiguiente en el que fueron heridos los dos islamistas.

En cuanto a los dos detenidos el jueves por sospechas de haber colaborado con los asesinos en la preparación de su acción, uno de ellos, una mujer de 29 años cuya identidad no ha trascendido, quedó en libertad sin cargos ayer. Scotland Yard también informó de la puesta en libertad de otra mujer, de 31 años, que había sido detenida ayer de madrugada sin que hubiera trascendido su arresto.

La muerte de Rigby ha conmocionado al Reino Unido y ha dado pie a profundos temores sobre enfrentamientos entre las distintas comunidades, por lo que las autoridades políticas y religiosas hicieron nuevos llamamientos a la unidad.

La conmoción reinante se incrementó ayer, por otra parte, cuando una pelea en un avión de la compañía Pakistan International Airlines, que cubría la ruta Lahore-Manchester obligó a que dos cazas escoltasen el vuelo, que finalmente fue desviado a Londres.

Dos pasajeros británicos fueron detenidos cuando el avión paquistaní, con 297 pasajeros a bordo, aterrizó sin mayores incidentes en el aeropuerto de Stansted, a 50 kilómetros al noreste de la capital británica. Los dos hombres, de 30 y 41 años, fueron acusados de haber puesto en peligro el vuelo e interrogados por la policía.

La tripulación del avión relató cómo los dos hombres trataron de entrar en repetidas ocasiones en la cabina de la aeronave y lanzaron amenazas, mientras la policía apenas dio detalles de lo sucedido. Según la versión de un pasajero, uno de los hombres habría amenazado con volar el avión cuando otras personas trataban de poner fin a la disputa en la que estaba envuelto.