A medianoche del miércoles 23 de noviembre quedó derogada la legislación que regula la venta de bebidas alcohólicas, vigente en Inglaterra y Gales desde la I Guerra Mundial. En los pubs, bares y clubes que han solicitado y recibido licencias nuevas de los ayuntamientos, los camareros ya no tendrán que anunciar: "Pidan la última, señores, que cerramos" a las 23.00 horas (o a las once de la noche, como acostumbramos a decir en Inglaterra). Estos establecimientos podrán abrir las veinticuatro horas del día. Y no sólo los pubs, también los supermercados y los hoteles que sirven bebidas podrán permanecer abiertos si sacan una licencia nueva. Y ya la tienen más de un centenar de hoteles y 614 supermercados.

¿Por qué? La Ministra de Cultura, Tessa Jowell, responsable de la aplicación de la política del Gobierno, cree que las nuevas leyes harán que la gente beba con más prudencia. Por lo que parece, buscamos un estilo similar al de los cafés continentales, lugares a los que las familias pueden ir a tomar una copa o dos de vino o cerveza. Dudo que muchos de nuestros colegas continentales confundan jamás un pub inglés con un café europeo. La Ministra ha señalado que los franceses, alemanes, italianos, australianos y escoceses eran: "Más civilizados que los ingleses desde un punto de vista biológico". ¿Qué quiere decir eso? La Ministra cree que disminuirá el número de bebedores enfermos. ¿Cómo llega a esta conclusión? Según la información de la Ministra, no somos los mayores bebedores de Europa, ya que un estudio europeo del año pasado situó a los finlandeses y a los irlandeses por delante de los británicos, que quedaron en tercer lugar. Si eso era cuando teníamos un horario limitado de venta al público de bebidas alcohólicas, me pregunto cómo quedaremos en la clasificación ahora que se han eliminado las restricciones.

En lugar de fomentar el exceso de bebida, el Gobierno asegura que la flexibilización del horario llevará a beber al estilo continental. Ahora los bebedores no tendrán que hacer una carrera contrarreloj para tragar tantas copas como puedan antes de que se anuncie, a las once de la noche, que toca pedir la última. Podrán beber despacio, con más prudencia. Y si se ponen pendencieros, la policía tendrá mayor autoridad para cerrar los bares ruidosos y multar a los titulares de las licencias que sirven bebidas a los borrachos y a los niños. ¡Los niños! Y podrá imponer multas de 80 libras que habrá que pagar en el acto. ¡En el acto! Me imagino la reacción de los borrachos. El Gobierno ha previsto que decrezcan los delitos y las condenas derivadas del alcohol, que se han duplicado estos últimos diez años, porque, según nos dicen, los horarios de bebida inflexibles son el problema, dado que fomentan el consumo excesivo y después echan a los borrachos a la calle. En definitiva, las nuevas leyes, según fuentes fidedignas, fomentarán una forma de beber más sensata. No obstante, el profesor Martin Plant, experto en alcohol de la universidad de West England, dice que no ha sido así en Irlanda, Islandia y Australia: "Tenemos pruebas de que tras la liberalización de la disponibilidad del alcohol se ha producido un rápido incremento de los disturbios y los delitos relacionados con la bebida."

Las autoridades médicas son pesimistas. El Presidente de la Asociación Británica para la Medicina de Urgencias, Martin Shalley, cree que "estas leyes empeorarán las cosas". Muchos médicos predicen que aumentarán las enfermedades hepáticas entre los bebedores, especialmente las mujeres, igual que las dolencias cardíacas, el cáncer de boca y las heridas por accidentes, peleas y caídas. También en los hospitales temen que haya más víctimas de delitos.

¿Y qué piensa el país? El pasado mes de septiembre una encuesta concluyó que el 62% se oponía a los cambios, y tres de cada cuatro mujeres eran contrarias a la ampliación del horario. Lo mismo opinaban cuatro de cada cinco personas mayores de 65 años, entre las que me cuento. Sólo los jóvenes de edades comprendidas entre los 18 y los 24 años aprobaban el cambio legislativo. En definitiva, tres quintas partes de la opinión pública temían que se produjeran "graves problemas sociales". Ya veremos.

Traducción de Carmen Francí