Pocos días antes de que el PP convocase en Madrid su gran manifestación contra el gobierno socialista, falleció, a los 77 años, el escritor y ensayista francés Jean Baudrillard. Un hombre brillante, intuitivo y genial, aunque de difícil lectura, que publicó bastantes libros para desarrollar sus teorías, no solo del fin de la historia sino también sobre el fin de la realidad, que habría sido sustituida por continuos ejercicios de simulación simbólica destinados a influir en las masas a través de los medios de comunicación. Y al mismo tiempo que ese proceso tiene lugar, en sentido contrario se produce otro, por el que las masas, reflejadas en el espejo de los medios, proyectan una imagen distorsionada que constituye, a su vez, una simulación gigantesca de lo social, sustituyendo la parte por el todo. Pero, como afirma el propio Baudrillard, todo ese esfuerzo es inútil porque las masas posmodernas absorben toda la electricidad de lo social y de lo político, y lo neutralizan sin retorno haciéndolo desaparecer como en un agujero negro. Y es por eso que, ante esa indiferencia enigmática, cuyo último sentido es imposible de descifrar, debemos recurrir continuamente a los sondeos de opinión para conocer los cambiantes sentimientos de las masas respecto de las preguntas que introducimos en sus dominios, de la misma forma en que un pescador de calamares lanza sus anzuelos a distinta profundidad. Por supuesto que, al concluir la jornada de pesca, solo contamos los ejemplares que sacamos del agua, pero ignoramos por completo cuantos quedaron fuera de nuestro alcance. A la vista de lo antedicho, parece cosa segura que la actual dirección del PP no se ha leído bien a Baudrillard, porque viene convocando -bien por si, bien a través de entidades afines- una manifestación tras otra en Madrid, con el objetivo de transmitir la idea de que el señor Rodríguez Zapatero ya no goza de legitimidad moral para continuar gobernando, porque la calle se ha vuelto contra él. Es un ejercicio de simulación bastante insensato, que no se resolverá hasta las próximas elecciones generales, salvo que al PSOE (y a las otras fuerzas políticas que lo apoyan en el parlamento) le dé por hacer lo propio y se dedique a convocar a sus partidarios para contrarrestar el efecto, lo que podría derivar en problemas más graves. Seguramente no lo hará porque, en el fondo, le interesa simular una imagen de moderación opuesta a la simulación de agresividad que tienen enfrente. Eso es, al menos, lo que yo deseo interpretar de la realidad -o de la ficción- que tenemos a la vista, de acuerdo con las enseñanzas que nos dejó Baudrillard, a quien aprovecho estas líneas para dedicarle un sentido homenaje. Lo contrario sería tanto como situarnos al borde de una nueva guerra civil, que aunque solo sea simulada, también resultará muy desagradable, y puede dejar muchas heridas en la convivencia civil. Estos días se escuchan palabras que suenan como disparos y discursos que tabletean como las ametralladoras. ¿Cómo se puede decir que a esa manifestación de Madrid solo están convocados los "verdaderos españoles"? ¿Es que España es tan pequeña? ¿Somos tan pocos?