Pues la verdad es que parecen tener bastante razón quienes, desde el entorno de la Xunta y para explicar el ruido que llega, recuerdan que se trata de un Gobierno de coalición, que hay en los partidos que lo forman diferentes ópticas y que, mientras se cumplan el espíritu y la letra del pacto programático firmado en su día, nadie puede hablar de crisis con rigor. Y menos aún cuando el plazo transcurrido desde que tomó posesión este Ejecutivo ha sido tan corto que ni tiempo ha dado para los problemas de verdad.

Algunos observadores quizá para reforzar los argumentos de palacio, han recordado que en otras comunidades con poder bi o tripartito hay broncas espectaculares o declaraciones estruendosas y no por ello rupturas. Y citan en concreto a la Generalitat de Cataluña, donde el Estatuto y los Presupuestos Generales del Estado generan discusiones estridentes y hasta antagónicas en apariencia pero donde, al final del día, todas las ovejas -empleado el sustantivo en sentido figurado, claro- vuelven al confortable redil.

De entre esos interpretadores, los más identificados -o los reconvertidos de última hora: ya se sabe que la fe de los conversos es más aparente que la de los cristianos viejos- con el nuevo régimen añaden que lo que en Galicia parecen diferencias, en otros lugares apenas pasarían de matices. Y ofrecen otra explicación añadida: los años de mayoría absoluta y el monolitismo parlamentario habrían creado poco hábito de asumir con normalidad lo que allá o acullá resulta un mero intercambio de opiniones, a veces en voz demasiado alta.

Queda dicho que todo lo anterior es razonable -y seguramente cierto- desde el punto de vista de los que están en la Xunta y sus exégetas, pero, aún así, convendría reflexionar sobre si es conveniente. Porque si no lo es, el hecho de que ocurra en otras partes no haría sino consolidar la razón que encierra el refrán según el cual el mal de muchos no es otra cosa que consuelo de tontos, y no parece de recibo conformarse con hacer lo mismo que otros incluso cuando se equivocan; puestos a imitar, mejor lo positivo.

Otra pregunta es la de si el ruido que llega desde la Xunta, y al que ha tenido que referirse ya el señor presidente Touriño dos veces en día y medio, es lógico. Y no parece que pueda darse tampoco aquí una respuesta afirmativa, especialmente si se tiene en cuenta que la última discusión -los nombramientos en la normalización lingüística- ya no es de matiz, sino sobre la aplicación estricta del pacto mismo de gobierno. Y si hay que cambiar de costumbres y asimilar que las coaliciones tienen diferencias que deben discutirse, será mejor que el ruido no se refiera al fondo, sino, y como mucho, a la forma; algo que también parece estar sucediendo, dicho sea con perdón.

¿Eh...?