Mucho más de medio siglo de vida de Vigo ha visto pasar Josefa Ríos por delante de la puerta de su restaurante, "El Timón", abierto en 1947 en Montero Ríos, la que entonces era calle frecuentada por portuarios, marineros, lecheras, obreros y emigrantes y que hoy, ajardinada y peatonal, vive del turismo y el ocio.

Pepita, como la conocen los suyos, lozana a sus 82 años, "a lo mejor porque el aceite y el calor de la cocina conservan bien la cara o porque el trabajo mantiene", es la matriarca de una saga culinaria, que han hecho del restaurante de Montero Ríos (gestionado ahora por su hija, Lola,) y del homónimo de la playa (a cuyo frente están su otro hijo, Enrique, y su nuera, Chelo) referencias de la mejor gastronomía local.

Su filosofía de la vida coincide, quizás, con la de Vigo, adonde Josefa llegó desde A Pontenova (Lugo) en 1939: trabajo, trabajo y más trabajo. Y eso porque "el que no trabaja, no vive sino es gastando lo que consigue de otros". Con tal planteamiento y marcada por las duras circunstancias que la vida le puso delante -enviudó a los 38 años, con dos hijos y sólo su cocina y un par de manos animosas para salir adelante-, Josefa logró hacer realidad sus sueños de una familia unida en el trabajo y el afecto y una vida sin estrecheces.

Ello fue posible levantándose cada día a las seis de la mañana para hacer churros y chocolate para los desayunos; amasando, cociendo y escondiendo el pan en el tejado de su casa para no tener que comprarlo de estraperlo en los tiempos del racionamiento, manteniendo todo el día su cocina de hierro a pleno rendimiento "hasta que se me caía la piel de la barriga por el calor" y mimando las viandas que dieron buena fama y fieles clientes a su casa.

Hoy, en Montero Ríos, todo es diferente. "Las terrazas y los jardines están muy bien pero hasta que terminaron las obras lo pasamos muy mal", recuerda de la reforma urbanística que acepta con matices y que cambió para siempre la calle de su vida. "Se mejoró mucho, la gente viste mejor y tiene más cosas; antes íbamos trapeados y vivíamos como podíamos; pero, a lo mejor, se perdieron cosas buenas, como el valor del esfuerzo", piensa.