A fuerza de abriles copiosos en lluvias; finales de mayo traicioneros, en los que el termómetro puede desplomarse de repente, de un día a otro; u octubres generosos en lluvias, la sabiduría popular ha ido tejiendo un nutrido refranero sobre la meteorología gallega. Abril pasa por el mes "de las aguas mil". El cuarenta de mayo, por el día en el que ya es seguro "quitarse el sayo". Y octubre, un mes en el que "se llenan las presas" y las precipitaciones se suceden durante días y días. 2017 sin embargo parece empeñado en poner a prueba todos esos dichos. En octubre apenas llovió y se alcanzaron temperaturas máximas históricas y en todo abril, por ejemplo, solo se anotaron precipitaciones durante tres días.

La primera contradicción se encuentra ya en febrero. Aunque refranes como "para febrero, guarda leña en tu leñero" o "frío o templado, pásalo arropado", este año el mes ha dejado unas temperaturas ligeramente más cálidas que las de inviernos pasados. La media fue 11,83º e incluso llegaron a rozarse los 21,5º. Ese valor promedio es el más alto en febrero desde al menos 2010. Hace solo un par de años, en 2014, el valor era de 9,14º.

El mayor "choque" entre la sabiduría popular y los datos recogidos por Meteogalicia se dio poco después: en abril. El mes por excelencia de "las aguas mil" dejó en 2017 un pobre resultado, más propio de verano que de la primavera. El observatorio gallego contabilizó en su estación de Avenida de Madrid solo tres jornadas con precipitaciones, durante las que se recogieron 7,9 l/m2. Un año antes, en 2016, se habían alcanzado los 17 días con lluvias y anotado un resultado de 159,2 l/m2. En 2015 el valor también fue bastante superior: 83,3.

En mayo volvió a darse otro caso curioso. Quizás por los frecuentes saltos de temperaturas que se dan en abril, el refranero aconseja "no sacarse el sayo hasta el cuarenta de mayo", ya bien entrado junio. Este año en cambio compensaba mucho más librarse de las prendas de abrigo en mayo que en junio. A finales del mes florido, el termómetro se disparaba ya por encima de los 33º, un valor que no se alcanzó ningún día de junio. El 23 de mayo, de hecho, hizo bastante mejor tiempo que el "cuarenta" de ese mes: la media fue 7,7º superior y en la máxima, rondó los 10º.

Los meses de verano se movieron en la órbita de otros años, pero tampoco destacaron por ser especialmente calurosos. Los valores medios de julio, agosto y septiembre fueron ligeramente inferiores a los de 2016. En julio esa brecha llegó a superar los dos grados.

Ya entrado el otoño volvió a darse una circunstancia peculiar. La estación de las lluvias se abrió paso en el calendario sin apenas tocar el paraguas. Septiembre dejó un balance de 21,2 l/m2; en octubre el dato fue de 43,2 y en lo que va de noviembre se contabilizan 38,9. En total, entre el 21 de septiembre y ayer mismo Meteogalicia había anotado en el centro de Vigo menos de 80 l/m2, un valor muy alejado del que habían dejado durante el mismo período otros años. En 2013 por estas mismas fechas se habían alcanzado ya los 369,1 l/m2 y el valor medio de los últimos siete año oscila en los 241,8 l/m2.

Otra peculiaridad del arranque de otoño fue su temperatura. El domingo 15 de octubre -fatídico por la oleada de incendios que dejó en el sur de Galicia y, en concreto, en la comarca olívica- Aemet, la agencia meteorológica estatal, anotaba en su estación de Peinador un valor máximo de 32,6º. Según el organismo dependiente del Ministerio de Medio Ambiente fue el valor más alto anotado en un mes de octubre desde al menos 1956, que es el año al que se remontan sus datos más antiguos. La temperatura media de esas semanas también fue la más alta entre sus pares: los expertos de Aemet la sitúan en 18,7º. Curiosamente, contra finales de mes se sucedió una brusca oscilación de temperaturas. A día de hoy las mínimas rondan los 7º.