Hace cincuenta años, cuando la sociedad española empezaba a ilusionarse ante los cambios que traía consigo la industrialización, comenzaron a ver la luz en la prensa española anuncios que promocionaban los primeros cruceros dirigidos al público del país. Era la España del "seiscientos", de los primeros televisores en blanco y negro y de las estancias vacacionales subvencionadas por el Estado en residencias de trabajadores o, en el mejor de los casos, de vacaciones en pueblos costeros donde empezaba a germinar el boom turístico al que hemos llegado hoy.

Estos primeros cruceros, a los que la clase media tan solo podía acceder a base de imaginación, iban dirigidos claramente a las capas altas de la burguesía, que podían permitirse el lujo de pagar por un crucero 15.000 pesetas (unos 90 euros de hoy) en unos años en el que el salario mensual de la mayoría no llegaba a la tercera parte.

La armadora sevillana Ybarra, con sus dos flamantes trasatlánticos Cabo San Roque y Cabo San Vicente, los mayores de la historia de la marina mercante española, sería la encargada de promocionar decididamente estos cruceros en toda la prensa nacional bajo el impactante eslogan "El hotel también viaja".

El puerto de Vigo sería testigo de esta novedosa actividad, que la Ybarra complementaba con los viajes de línea regular hacia Sudamérica desde la rada viguesa, donde las dos perlas de la navegación nacional hacían escala habitualmente. Ya no solo eran ingleses y franceses los cruceristas que pasaban por la estación marítima. La incipiente España de los sesenta se encargaba de acercar también a la ciudad a los primeros turistas que hablaban nuestro idioma.

Aunque en julio de 1958 la Ybarra se estrenaba en el negocio de los cruceros con una expedición a la Expo de Amberes con su veterano Cabo de Hornos, que arrancaba el itinerario en Vigo con medio centenar de cruceristas a los que se uniría en Bilbao otro grupo, lo cierto es que este viaje resultó un fiasco y hasta tres años más tarde la Ybarra no se embarcaría decididamente en la organización de las vacaciones en el mar.

Así, el primer grupo de cruceristas que subían en Vigo a un trasatlántico español en esta nueva etapa acontecería el 4 de julio de 1961. Se trataba del Cabo San Vicente que llegaba a la ciudad para embarcar 106 afortunados pasajeros que se unirían a los 76 que traía en tránsito. Todos disfrutarían de un itinerario al "Sol de Medianoche", con atraques en Bilbao, donde el barco completaría pasaje, Cherburgo, Edimburgo y otras escalas noreuropeas.

Tres semanas después, el Cabo San Vicente regresaba a Vigo para relevar el pasaje, en una nueva expedición esta vez denominada "Islas del Atlántico", con visitas a Lisboa, Azores, Madeira, Canarias, Tánger y final en Barcelona. Hasta cuatro años más tarde los populares "Cabos" no regresarían a Vigo en viajes de crucero. Habría que esperar hasta el 28 de agosto de 1965 para ver al Cabo San Roque, en viaje publicitado como "Crucero Rías Bajas", en clara demostración de la apuesta de la Ybarra por potenciar las rías gallegas, un año que además contaba con el aliciente añadido de ser jubilar.

El Cabo San Roque que había iniciado el crucero en Barcelona, llegaba a Vigo casi al cien por cien de su ocupación con 744 pasajeros italianos, franceses y españoles. La prensa de la época enfatizaba sobre el sentido religioso de la expedición, informando que se trataba de pasajeros-peregrinos, que unidos a la tripulación de la nave, con su capitán señor Oñate al frente, se desplazarían a Santiago para ganar el jubileo y abrazar la pétrea imagen del apóstol como obliga el ritual.

Esta escala se prolongaría durante 30 horas, y entre otras actividades, los turistas serían invitados por el Sindicato de Hostelería vigués a la "Fiesta de la Sardina", donde darían cuenta de nada menos que 10.000 peces, según aseguran las crónicas.

Al día siguiente, el Cabo San Roque zarparía para Marín, navegando cerca de la Escuela Naval Militar, y Vilagarcía, donde tampoco atracó, para que el pasaje disfrutara desde las cubiertas del barco de la belleza paisajística de ambas rías. El crucero se completaría con visitas a Lisboa, Tánger, Málaga y Barcelona.

Volverían los populares barcos a Vigo los dos años siguientes. En agosto de 1966 lo haría el Cabo San Vicente, en ruta de Marín y Vilagarcía, aunque tampoco en esta ocasión atracaría en el puerto marinés. Estos son sin embargo los dos precedentes que existen en el puerto de Marín en el tráfico de cruceros, que se completan con las escalas del griego Neptune en 1974 y del británico Black Prince en los años 90.

El próximo octubre Marín recibirá al Bremen, un barco alemán de expedición con el que la terminal pontevedresa quiere iniciar un nueva etapa en el tráfico de cruceros.

Finalmente hay que reseñar que la última escala de crucero de un barco de la Ybarra en Vigo la protagonizaría el Cabo Izarra, un novedoso buque diseñado específicamente para cruceros que atracaba dentro de su viaje de inauguración el 6 de julio de 1967 con 128 pasajeros españoles en crucero entre Barcelona y Bilbao promocionado como "Periplo Ibérico".

La novedad sería ampliamente difundida en la prensa viguesa, que informaba que el buque llegaba capitaneado por el vasco José Arrizabálaga Condoquiz y que las autoridades de la ciudad serían invitadas a una recepción en uno de los salones de la nave.

A bordo, como animadores, viajaban "el conocido cantante de la época Mario Vilches, así como los grupos The Sticks y Trío Silvetti". La explotación del Cabo Izarra no cumplió sin embargo las previsiones de la naviera, que pocos años más tarde lo vendería a una firma norteamericana que lo destinó a cruceros por el Caribe. Sería desguazado en 2000 tras 33 años de servicios. Peor suerte corrieron los "Cabos" gemelos, que serían dados de baja a mediados de los setenta ante la caída en picado del tráfico trasatlántico de línea regular. Tan solo llegarían a cumplir 20 años de singladuras.