El corazón verde vigués late ajeno a la ciudad de la que fue icono, junto con la fortaleza que lo corona, durante cientos de años. Ya desde el siglo XVI, los grabados y dibujos antiguos mostraban un skyline de la ciudad dominado por el Monte de O Castro, la misma perspectiva emblemática que el genio de la arquitectura Le Corbusier plasmó en un desconocido boceto que trazó a su paso por Vigo de camino a Brasil en 1929. Pero tras su cesión total al Concello en 1962 y su conversión en parque, esta imagen desapareció tras los grandes árboles plantados y, con ella, el valor identitario de un enclave único que se ha ido degradando hasta convertirse casi exclusivamente en una zona de aparcamiento gratuito.

El arquitecto vigués Enrique Urdiales Carro ha desarrollado una interesante y detallada propuesta de intervención para aprovechar el "enorme potencial" de lo que hoy es una "isla poco penetrable e inhóspita". Dicho estudio, que constituye su trabajo fin de carrera en la Escola Superior Gallaecia de Vila Nova da Cerveira, se basa en la mejora de la accesibilidad, mediante ascensores, pasarelas y vehículos autónomos, la recuperación de la imagen del monte sobre la ciudad, y la inclusión de nuevas dotaciones para ampliar los públicos y horarios del recinto, en el que se restringiría el tráfico por completo.

"Vigo se ha renovado mucho y ha ido solucionando problemas de urbanismo históricos, sin embargo, no se acaba de aprovechar el potencial de O Castro como uno de los puntos más atractivos de la ciudad. Los visitantes que llegan desde el Casco Vello se enfrentan a un desnivel de 80 metros, casi 30 pisos, y los que viajan en el autobús turístico se encuentran con una cafetería que es un adefesio, acceden a la fortaleza desde el segundo recinto, se asoman al único sitio desde el que hay vistas y se van", lamenta.

Tampoco los vigueses aprovechan el parque en toda su extensión y las observaciones de Urdiales revelan que concentran sus actividades en la esquina sudoeste y casi en el mismo plano.

Así que la revitalización de O Castro comienza por mejorar su conexión con el resto de la ciudad. "Mi propuesta liga el monte con los ascensores y escaleras mecánicas del programa del Concello Vigo Vertical. Es un ejercicio de sutura urbana, pues todas las rutas acaban en la falda del monte", expone.

La rehabilitación del Casco Vello alto y la futura recuperación de La Panificadora llevarán más gente hasta la ladera de O Castro y harán más necesaria si cabe su transformación.

La propuesta de Urdiales sitúa ascensores en tres puntos: al este, que conectaría con el proyectado en Torrecedeira; al sur, que partiría desde un nuevo aparcamiento trasero al que se reconduciría todo el tráfico rodado tras eliminarlo del interior, y al oeste, facilitando el acceso de peatones desde Gran Vía, Plaza Elíptica o la futura línea de la Ciudad de la Justicia.

Los ascensores enlazarían con una red interna de pasarelas elevadas, con una longitud aproximada de 1,5 kilómetros, que rodean el monte y desembocan en la entrada principal de la fortaleza.

Y la tercera solución para el ascenso es un autobús autónomo que a través del vial interno del monte llevaría a los usuarios desde la parte inferior, frente al Concello, hasta la fortaleza. "En San Sebastián están probando este sistema de transporte sin conductor. Son eléctricos, circulan a una velocidad reducida y su impacto es mínimo", destaca el joven arquitecto.

El segundo objetivo de la propuesta es recuperar la identidad. "Durante siglos, Vigo era descrita como una villa o ciudad montada sobre la falda de un monte que coronaba una fortaleza. Pero este icono desaparece en la imagen actual. Las campañas de promoción utilizan imágenes que pueden asociarse a otras ciudades, no hay un edificio, skyline o recurso natural que ayude a reconocerla de forma inequívoca. Se utilizan las Cíes, pero no pertenecen a la propia urbe", reflexiona.

Urdiales, que estudió la evolución de la imagen de la ciudad a lo largo de su historia, recupera la propuesta del arquitecto Jaime Garrido para eliminar la vegetación que oculta las murallas y recuperar su perfil sobre Vigo. "La limpieza de los baluartes que se realizó este verano permite verlas algo mejor pero hay que darles visibilidad para que recuperen su valor. Los árboles, además de limitar la visión de la fortaleza impiden que se disfrute desde ella de unas vistas espléndidas. Además estos trabajos pueden ir realizándose de manera progresiva", plantea.

Su diseño también incluye la recuperación del trazado original del segundo y el tercer recinto, que nunca llegaron a cerrarse completamente de piedra, al contrario que el primero que rodea la fortaleza renacentista y que se conserva de forma íntegra.

"Los dos últimos recintos están totalmente desfigurados y la idea sería instalar en el suelo una pequeña guía de luces led o líneas de acero corten que marcasen el trazado original. Y allí donde sobrepasase el actual, pues eran tramos de líneas rectas, habilitar un mirador que volase sobre el talud", explica.

Respecto a los equipamientos con los que se pretende dotar al monte de nuevas actividades, el tercer eje del trabajo, Urdiales plantea la redistribución de los actuales y la creación de otros nuevos, por ejemplo, un centro de interpretación en la fortaleza, aprovechando los edificios del polvorín y el tinglado, así como los túneles antiguos que probablemente existen en el subsuelo.

"Uno de los elementos más desperdiciados es la cubierta del depósito de agua, que podría reconvertirse en una pista deportiva. Y en el actual parque infantil, que está dividido en dos alturas, iría una pista de skate", explica.

El espacio de recreo para los niños se trasladaría a una zona más abierta del monte y vinculada al circuito de educación vial preexistente. También se contempla un parque vallado para mascotas y un nuevo estanque más confortable para los patos y accesible para los visitantes. Y el aparcamiento improvisado que ocupa la explanada del antiguo campo de tiro se reconvertiría en un huerto escuela, por ser la más expuesta a los rayos solares.

Urdiales proyecta asimismo la eliminación de las dos cafeterías actuales -una ya cerrada- y la dotación de diversos módulos de apoyo y dimensiones reducidas distribuidos por el parque, a igual que otros de carácter sanitario.

La elección de acero corten como material principal en esta intervención se justifica en la búsqueda del mínimo impacto: "Su carácter industrial lo liga a la ciudad y su aspecto degradado combina muy bien con los entornos patrimoniales y naturales del parque. Y en el caso de las pasarelas las chapas perforadas, se mimetizan con el follaje. Es un elemento sólido y persistente, pero que se integra".