Ilusión, orgullo y responsabilidad. Son las sensaciones que describe José Luciano Martínez, presidente de Ceaga, ante su inminente misión de portar el estandarte de una de las citas más importantes de la ciudad: la procesión del Cristo de la Victoria, que se celebra el próximo domingo.

Su designación se dio a conocer hace unos días, pero a Martínez le propusieron portar el símbolo un par de meses atrás. Afirma que aceptó con mucha "ilusión" porque "el Cristo es un sentimiento, tanto para los vigueses que han nacido en la ciudad, como para los que se sienten de ella a pesar de nacer fuera".

Se confiesa un fiel seguidor de esta tradicional procesión: "Si las cuentas no me fallan cumplimos 50 años, mi mujer y yo, viniendo ininterrumpidamente desde que todavía éramos novios". De ahí que la elección le haya henchido de orgullo, pero como él mismo señala, también de nervios: "Cualquier tema de representatividad de Vigo denota responsabilidad".

Recorrerá las calles de la ciudad, si las predicciones meteorológicas se cumplen, bajo 33 grados de temperatura. "Esperemos que las sombras de las siete de las tarde nos amparen", solicita esperanzado. Sin embargo, no duda de que la asistencia será tan multitudinaria como siempre a pesar del calor. "Estos sentimientos que produce el Cristo están por encima de todo".

Los preparativos del gran día

Ese mismo calor sí que le preocupa a Carlos Borrás, quien dirigirá por cuarto año el camino que recorrerá la figura del Cristo. Confía en la asistencia de los fieles pero teme que la procesión se haga demasiado dura para la veintena de hombres que empujan la imagen. "Debajo del carro hace mucho calor y más con los trajes que llevan los cofrades y el esfuerzo que hacen", explica. El año pasado un cofrade sufrió mareos por el esfuerzo, aunque Borrás asegura que la procesión no peligra ya que siempre hay un compañero sustituto y agua y azúcar para mitigar la fatiga.

Los preparativos para el gran día ya están prácticamente concluidos. Como marca la tradición cuatro hombres van bajo la estructura, que pesa 1.400 kilos, y 15 empujan desde fuera, guiando el paso que marca Borrás. Este año no hay nuevas incorporaciones, aunque como cada edición, reciben decenas de peticiones para portar el carro, un privilegio reservado a los cofrades y que suele pasar de un familiar a otro.

La estructura que soporta al Cristo, una vez desciende el sábado, ya ha pasado la puesta a punto. La madera se limpia y trata para protegerla del paso del tiempo y tanto las ruedas, que se pueden deformar, como el freno, se revisan. "No requiere de muchos arreglos porque es una estructura muy buena", explica Borrás.

Este es el primer año que el carro no ha descansa en Coruxo, como hizo durante más de 50 años, sino que lo ha dormido desde el año pasado en un local cercano a la Colegiata para facilitar su transporte.

Un dispositivo de unas 200 personas -entre personal de mantenimiento, jardines o policía- participan esta semana en la preparación de la ciudad para la gran procesión, que realizará el recorrido habitual: salida de la Colegiata, calle Real hacia el Berbés, Cánovas del Castillo, subida por Colón hacia Policarpo Sanz, Porta do Sol y entrada en la Colegiata. Una quincena de calles permanecerán cerradas al tráfico desde horas antes de la salida de la procesión, a las siete y media de la tarde, y hasta su finalización, aproximadamente tres horas después.