La Ría ha sido el laboratorio de un proyecto pionero en el mundo para determinar la alimentación de las larvas de pulpo durante los últimos cuatro años. Biólogos del Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC desarrollaron técnicas punteras de biología molecular para conocer la dieta de estas primeras etapas de vida a partir de los restos de ADN encontrados en el estómago, además de poner a punto un método para estimar su edad.

El proyecto Lareco, financiado por el Ministerio de Economía, contempló la realización de 30 campañas diurnas y nocturnas a bordo del Mytilus en el entorno del parque nacional Islas Atlánticas para determinar la influencia de las condiciones atmosféricas y oceánicas. Tras su eclosión, las larvas se mantienen en la columna de agua durante varios meses hasta que se establecen en el fondo ya como juveniles. Los muestreos y posteriores análisis revelaron que las larvas del Octopus vulgaris son selectivas con su alimentación y eligen las zonas más favorables para su crecimiento.

"Nuestra hipótesis inicial era que comerían los alimentos más abundantes en la columna de agua, pero son muy selectivas y eligen las presas con las características nutricionales más favorables", explica Ángel González, jefe del grupo Ecobiomar y también del proyecto.

Los crustáceos constituyen la mayoría de sus capturas pero también pueden alimentarse de peces e incluso, tal y como revelaron los estudios de cultivo en el laboratorio, son capaces de apresar organismos de mayor tamaño como las artemias y alimentarse de ellas poco a poco.

Los investigadores desarrollaron nuevas metodologías moleculares para poder identificar el ADN de las presas en el estómago de las larvas, cuyo tamaño es de apenas 2 milímetros. Álvaro Roura, actualmente en Australia, se ocupó de este novedoso trabajo que constituyó su tesis y que ha sido publicado en revistas de alto impacto.

"Las larvas atrapan las capturas y las van succionando, de forma que los restos de ADN que encontramos en su estómago son ínfimos. Por eso nunca se había hecho un estudio así en el mundo", apunta González sobre la complejidad del trabajo.

Otro de los logros del proyecto es la técnica para estimar la edad de las larvas a partir de los anillos de crecimiento en los estiletes, dos pequeñas espinas cartilaginosas con un tamaño de micras: "Tuvimos que determinar el tamaño que tenían al nacer para saber desde qué punto teníamos que empezar a contar los anillos".

Los expertos de Ecobiomar ya han iniciado otro proyecto financiado por el ministerio para determinar la dieta del calamar en la Ría. "El objetivo siempre es el mismo, conservar el recurso y predecir un número de capturas que garantice la sostenibilidad. Además conocer su alimentación es clave para poder cultivar ambas especies en tierra", concluye González.