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Gregoria Alonso: "Me he cortado el pelo para evitar que coja olores"

Gregoria Alonso, con la máscara que usa debido a la SQM. // R. Grobas

Cada vez que Gregoria Alonso vuelve a casa después de hacer la compra cumple con el mismo ritual, siempre, sin excepción: antes de franquear el umbral, se quita la ropa, la deja fuera -con su carrusel de olores- y corre directa a la ducha. Gregoria cuenta 60 años y desde hace cinco tiene diagnosticada Sensibilidad Química Múltiple (SQM), entre otras dolencias.

"Tengo que tener cuidado porque de lo contrario siento dificultades para respirar, dolores en la boca, la nariz y los ojos, flojera en las piernas y vómitos? Ya solo un ambientador de coche 'me mata'", detalla. Durante dos décadas Gregoria residió en la parroquia de San Andrés de Comesaña, allí -asegura- es donde empezó a sentirse "mal". Ahora vive sola, en una casa con jardín, aislada, en una localidad que pide no desvelar.

La SQM marca buena parte de su rutina diaria. "Todo lo que como tiene que ser ecológico y los productos de limpieza que uso son especiales. Los cartones de leche, por ejemplo, los tengo que dejar fuera y cada vez que quiero tomarla la cojo en un frasco de cristal y la meto dentro", explica Gregoria, quien incluso ha decidido llevar el pelo muy corto "para evitar que coja olores". A veces son los aromas, sin embargo, los que se presentan sin invitación ni aviso. "Llevo una semana y media durmiendo en la cocina porque acabo de pintar la casa y no puedo hacerlo en mi habitación", comenta.

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