Rafael Fernández tiene 83 años y lo ha sido casi todo en el Banco de Alimentos de Vigo durante los 18 años que lleva como voluntario. "Trabajé como carretillero, mozo de almacén, conductor, repartidor, en las operaciones kilo y ahora que ya no puedo hacer grandes esfuerzos soy el secretario", rememora entre risas el más veterano de los 50 colaboradores estables que hacen posible el reparto de alimentos a entidades que ayudan a más de 15.000 personas con pocos recursos.

Forma parte del equipo de fundadores y recuerda con cariño los inicios. "Me jubilé en 1995 y aún no tenía nietos, así que decidí que lo mío no era irme a visitar obras y quería dedicarme a un proyecto útil", explica Rafael, quien reconoce haberse esforzado tanto por la ONG como en su profesión.

"Esto te atrapa. Mi valoración es de un 9,8 sobre diez. Y prueba de lo satisfecho que me voy a cama es que si hago memoria creo que he trabajado más en el Banco de Alimentos que como responsable del Rebullón durante 25 años", destaca este voluntario que ha visto grandes cambios en en la fundación.

"Antes éramos "los del kilo", pero ahora la gente nos valora y reconoce lo que hacemos. Es un orgullo pertenecer al grupo. En eso ha habido un cambio importante y nos ha ayudado la concesión del Príncipe de Asturias", explica el actual secretario, entusiasmado con la llegada de jóvenes y del traslado a una nave de 800 m2 donde "ya no nos chocamos unos con otros".

Su memoria conserva infinitas anécdotas del estrecho local de la calle Pino donde estaban hasta hace un año. Asegura que mientras tenga fuerzas seguirá al pie del cañón. Lo único para lo que no se ve con fuerzas es "para aprender redes sociales", señala entre risas.

Para darle difusión al proyecto ya está Ana Sánchez, socióloga de profesión y que llega de trabajar en cooperación internacional. Ahora está desempleada y desde agosto es una más del equipo de voluntarios del Banco de Alimentos, al que dedica las mañanas. "Ayudando a los demás te ayudas a ti mismo. La solidaridad engancha y hoy llega gente joven desempleada que busca ocupar su tiempo colaborando. Ahora quizá somos más conscientes de que cualquiera puede estar al otro lado y necesitar ayuda". Sánchez deja claro que "ayudar no escaridad" y por ahora la demanda se mantiene en cifras de récord. "Las necesidades son cada vez mayores. Aquí aún no percibimos los brotes verdes", advierte.