El Grupo Aletheia pone punto y final a la XXI edición de sus Jornadas de Filosofía con un repaso a la historia del "ideal socialista" y una reflexión sobre su "urgencia e impotencia". El prestigioso economista, escritor y articulista Félix Ovejero Lucas será el autor de la conferencia, que arrancará a las 19.00 horas en el Auditorio de Praza do Rei. Durante su intervención el intelectual reflexionará, entre otras cuestiones, sobre la "importancia de los idearios éticos y políticos". Dos horas antes el catedrático de Antropología Social Ubaldo Martínez Veiga impartirá una ponencia bajo el título "Las reformas del mercado laboral y el desempleo en España. La cronificación de un problema".

-No parece que el "ideal socialista" atraviese su mejor momento. Hasta el estado de bienestar amenaza con resquebrajarse.

-Hay cierta idealización de lo que es el estado de bienestar. Más que un proyecto político anticipado y planificado con cierta coherencia, es resultado de procesos de decantación histórica. Se conforma sobre una combinación de, por un lado, un modelo democrático y, por otro, del mercado. El mercado alienta un tipo de comportamientos individualizantes poco compatibles con las necesidades fraternas y de responsabilidad que requiere el sostenimiento de un estado socialdemócrata o socialista.

-¿Cree que se recuperarán las prestaciones que se están viendo afectadas por la crisis? Da la sensación de que si es así tardarán.

-Uno tiene la impresión de que sí porque los propios derechos políticos se han ido socavando. Mal que bien el Estado nacional oficiaba como una suerte de ámbito de soberanía donde un conjunto de ciudadanos tomaban sus decisiones y ahora vemos cómo resoluciones políticas vienen impuestos, por ejemplo, por la Troika.

-Muestras hay muchas en los últimos meses.

-Sí, cambios constitucionales que requieren una discusión reposada entre los ciudadanos aparecen de un día para otro. Los procesos democráticos casi empiezan a ser una suerte de decoración de decisiones tomadas a priori. Por así decirlo el desarme de los derechos sociales ha sido la primera andanada para algo que resulta incluso más inquietante, como son los derechos políticos.

-En la historia del socialismo se entremezcla también la del nacionalismo. ¿Cómo analiza su relación?

-Resulta antagónica. El ideal del socialismo es extender la igualdad, el principio de que el conciudadano es alguien con el que yo convivo en un espacio donde los ideales de fraternidad, igualdad y libertad se materializan a través de los estados democráticos. El nacionalismo lo que busca es establecer una frontera cimentada en la identidad y la prioridad de los míos. Además de que la mayor parte de los nacionalismos se sustentan en supersticiones históricas. Eso es lo más profundamente reaccionario, la tiranía del origen, volver la mirada al pasado y pensar que a los demás hay que tratarlos como a extranjeros.

-En el país, sin embargo, juegan un papel importante.

-Sí, porque el nacionalismo resucita mecanismos psicológicos profundamente primitivos, busca el culpable de un modo muy inmediato y no podemos ignorar los mecanismos que establecen estigmas de clases. En Cataluña, por ejemplo, se ha producido un aumento de la desigualdad social asociada al aumento de las barreras lingüísticas. Porque determinada gente, normalmente los más pobres, por origen social han quedado excluidos al acceso de determinadas posiciones laborables y sociales.

-¿Cree que el referéndum que plantea Mas tendrá éxito?

-No creo que la población lo apoye. Los estudios revelan que solo un 30% estaría a favor; desde luego la máquina de propaganda la pondrían en marcha. No se imagina lo que es la televisión autonómica: está las 24 horas transmitiendo pura propaganda ideológica que se añade a la de los restantes medios que dependen de las subvenciones que reciben de la Generalitat. Y a través de eso tiene narcotizada a una parte importante de la población. Habrá un aumento del voto independentista; pero eso se ha convertido en algo con un lenguaje muy inquietante: la idea de que la Constitución es irrelevante ante una voluntad del pueblo que encarno yo.