En la sesión celebrada por el Ayuntamiento el 9 de marzo de 1883 y de la que se dio buena cuenta al día siguiente, la función del Santísimo Cristo de la Victoria, se trasladó oficialmente para el mes de agosto. Y eso a pesar de que previamente se había entregado al alcalde una "razonada y respetuosa alegación avalada por más de 140 firmas", pidiendo se revocase dicho acuerdo. Y que si se mantenía el cambio, fuera para el último domingo de junio, "pues un mes de fiesta perjudicaba a las clases trabajadoras, al comercio y la industria".

Denunciaban los firmantes del escrito que agosto se convertiría por esta causa y las fiestas de San Roque y la Patrona, "en un mes da completa holganza y jolgorio, lo que, como es natural, ha de traer perjuicios para aquellos que viven solo de su salario, si no se les compensa con medios de ganarse la vida como son grandes ferias donde todo se vende, y otros recursos".

Se quejaban también que el acuerdo había sido tomado con sorpresa, porque no había precedido ningún rumor ni antecedente que lo dejase entrever, "y si bien es cierto, que para obrar así se habrán pesado las razones que son necesarias para arrancar de cuajo una costumbre por otra, para darle carácter de estabilidad, había por medio un Breve concedido por el Papa León XIII con indulgencias especialísimas para dicho día".

Una de las razones que llevaron al Ayuntamiento para dictar ese acuerdo, fue el que "disfrutaran de dicha fiesta y admiraran su grandiosa procesión, el mayor número de forasteros que sea posible".

Y la primera semana de agosto, era cuando realmente residían en Vigo más bañistas. La Corporación consideraba que "muchas familias que vienen a baños durante el verano, se reservarían para el mes de agosto, y de ese modo llenarían sus deseos de divertirse y bañarse", a lo que los críticos apostillaban que si para entonces encontraban local o fonda donde meterse, "porque eso ha de ser dificilísimo este año si se concentran en esos días las fiestas".

Prueba de ello era lo sucedido el año anterior, que no se encontraba en ninguna fonda un local, pequeño ni grande, y algunos forasteros volvían a marcharse en el acto.

Eso y mucho más se repetiría si se concentraban los festejos, "y quien pierde es el pueblo. Pero en tanto, el autor de la proposición del traslado de las fiestas, estará satisfecho de su obra, pues se nos figura a nosotros debió haber pensado más esta determinación".

¿Tiene tanta trascendencia, es de tanta monta para el Ayuntamiento el traslado de la función del Cristo para no ceder un ápice en ella?... ¿Se resuelve con eso algún problema?... ¿Se otorgan al pueblo algunas ventajas?...Se preguntaban desde el periódico.

La opinión pública, la prensa, la Exposición y sus firmas, decían que dichas fiestas, celebradas en el mes de agosto, no traerían ventajas ni eran convenientes para nadie. "Y sin embargo, el Ayuntamiento, guiado de un espíritu intransigente, mantuvo un acuerdo a todas luces inconveniente para el comercio de tejidos, para el sastre, las modistas, el zapatero, para las fondas, los carruajes, las tiendas de novedades, la Casa de baños, los boteros, todos, en fin. No parece sino que un genio maléfico aconsejó al Ayuntamiento esa determinación".

La alegación vecinal contó con el apoyo del concejal Sr Curty, que manifestó estar conforme con lo que solicitaban, porque el traslado de las fiestas traería un perjuicio muy grave al comercio de la ciudad. Pese a ello, el alcalde apoyó el traslado para el mes de agosto, habiendo sido aprobado por todos los concejales asistentes, pues Curty abandonó la sala para no votar.

Segundo cambio

Desde 1810, la procesión se celebraba el 28 de marzo, pero en 1866 se cambió para junio en busca de mejor tiempo.