El Cristo de la Victoria recibió ayer un baño de masas que ni los propios cofrades recordaban. El tiempo, sin lluvia y con temperaturas moderadas, contribuyó a que durante la procesión se superasen la cifra de doscientas mil personas que acuden habitualmente. Ante la avalancha de gente, el recorrido se realizó en cuatro horas, una más de lo habitual.

Fiel a su puntualidad, la imagen salió a las 19.30 horas de la Concatedral entre los aplausos de las miles de personas que se agolpaban en la plaza y que siguieron la misa por la pantalla instalada en el atrio. El himno de España, como es tradicional, puso música a este momento de gran fervor religioso. Minutos antes se sucedían las conversaciones entre los que querían comenzar ya a caminar para ir delante del Cristo y los que preferían no moverse para poder ir detrás.

El templo permaneció abarrotado desde la misa de las siete de la mañana y los fieles más previsores llenaron la iglesia y alrededores desde las cinco de la tarde para poder estar presentes durante la salida de la imagen.

El carro fue empujado por dieciséis costaleros que lo rodeaban –entre los que se encontraba una mujer por segundo año consecutivo– y cuatro personas que iban debajo. Tras él se situaron los miembros de la Cofradía, con su presidenta Marora Martín-Caloto en el centro y Luis Espada, Valedor do Cidadán y pregonero de este año. Bastantes metros más atrás les seguían las autoridades eclesiásticas sin el obispo Luis Quinteiro Fiuza al frente, que habitualmente realiza el recorrido pero que al estar todavía convaleciente de un problema en el colon que le mantuvo hospitalizado, solo participó en la lectura del discurso en Porta do Sol. A continuación, los miembros de la corporación municipal: encabezándola Abel Caballero en solitario y tras él el grupo socialista y popular. Como es habitual, no acudió ningún representante del BNG. Prácticamente cerrando la comitiva de autoridades se encontraba la ex alcaldesa popular Corina Porro; el presidente de la Autoridad Portuaria, Ignacio López-Chaves; y la delegada de la Xunta en Vigo, Lucía Molares.

El Conselleiro de Economía, Javier Guerra, acudió hasta la Concatedral pero decidió a última hora no realizar la procesión con las autoridades pese a haber confirmado su asistencia en representación de la Xunta. Al parecer, un desencuentro protocolario con el alcalde, Abel Caballero, sobre qué puesto debía ocupar cada uno en la procesión motivó que el conselleiro se fuese. Fuentes municipales indicaron que desconocían el supuesto incidente. Tampoco estuvo el líder del PP vigués, José Manuel Figueroa, al llevar varios días indispuesto. Por otro lado, la concejala del PP Teresa Egerique, vestida con peineta y mantilla, fue la encargada de portar el Pendón Mayor del Cristo al ser la edil más joven de la Corporación municipal. Además, el galerista y anticuario vigués Andrés Amor Sanjurjo fue el encargado de llevar el estandarte de la Cofradía, acompañado por sus hijos.

La bajada del Cristo por la calle Real fue especialmente complicada en un tramo en el que pasó prácticamente rozando un armazón de contrachapado situado en una fachada. Fue el momento más difícil para los costaleros, que dirigidos por Manuel Sanjurjo Blein tuvieron que demostrar su pericia para evitar que se golpease. A lo largo de toda esta calle los fieles le lanzaron desde el balcón pétalos de rosas rojos y blancos.

Miles de personas esperaban la imagen en O Berbés, donde recibieron al Santísimo con bombas de palenque. Muchos de los devotos esperaron a ese momento para sumarse a la procesión, que solo en bajar la calle Real se demoró una hora. El resto del trayecto por Cánovas del Castillo, Montero Ríos y la Alameda transcurrió sin incidentes hasta tomar la calle Velázquez Moreno cerca de las diez de la noche, donde el carro tuvo que realizar varias maniobras para tomar la subida, lo que provocó los aplausos de los miles de asistentes. Justamente, el trayecto por Velázquez Moreno se improvisó ayer después de que se cayesen los cristales de la fachada de un edificio en la Alameda, por lo que la organización prefirió no correr riesgos y modificar el recorrido.

La procesión transcurrió a continuación por Policarpo Sanz hasta Porta do Sol, donde se vivió uno de los momentos más emotivos: el cántico multitudinario del Cristo de la Victoria frente a la imagen. Fue también el momento en que el obispo, Luis Quinteiro Fiuza, leyó su discurso, centrado en la crisis y el temor "de los que no tienen un trabajo remunerado o viven con la angustia de perder el que tienen". Fiuza hizo también referencia a las Jornadas Mundiales de la Juventud que se van a celebrar próximamente en Madrid. Este evento fue recordado en sucesivas ocasiones por la megafonía para animar a los más jóvenes a participar en él.

Tras Porta do Sol, el Cristo se dirigió de nuevo a la Concatedral, donde volvió a ser despedido con su himno y con aplausos. Los fieles podrán contemplarlo en el carro hasta el jueves de esta semana, que será cuando se celebre la ceremonia del "ascendimiento" que lo situará encima del altar hasta el año que viene.