No se arrepienten de las horas invertidas frente a los apuntes durante su etapa universitaria, pero lamentan que el premio extraordinario fin de carrera no se tradujese en algo más que el abono de la expedición del título y un pin.

Antiguos alumnos que acabaron sus carreras con los mejores expedientes de la Universidad de Vigo y, en algunos casos, también de toda Galicia, reclaman que el currículo académico sume más puntos a la hora de presentarse a unas oposiciones o acceder al mercado laboral.

Quienes más réditos parecen haber sacado a la distinción son los estudiantes que optaron por la carrera de investigador. El premio puntúa a la hora de conseguir becas, pero no acelera ni un ápice el lento camino hacia la estabilidad laboral. Nueve años después de licenciarse, la química Marta Domínguez está pendiente de una ayuda económica de la Xunta y el ingeniero Abraham Segade, de 30 años, acaba de regresar a la Universidad renunciando al mejor salario y la seguridad que le ofrecía su plaza fija como profesor en Formación Profesional.

Este panorama fue el que llevó a la ourensana Antía García, licenciada en Derecho, a apostar por unas oposiciones. La misma salida por la que optó la porriñesa Cecilia García, hoy profesora de Educación Musical. El ingeniero de Telecomunicaciones Jesús Arias reconoce que sus notas le valieron en 2001 un puesto como profesor en la Universidad Carlos III, aunque todavía no tiene plaza fija. Y las gemelas viguesas Olaia y Lorena Eiriz, cuyos currículos se diferenciaron en centésimas y hoy trabajan juntas, aseguran que el premio no les ayudó a la hora de lanzarse al mercado laboral.

La titulada más veterana entrevistada para este reportaje, Paula Pena, se enteró de que poseía el mejor expediente cuando ya estaba trabajando varios años después de licenciarse.

Durante los últimos cursos, las alumnas han dominado las entregas de los premios fin de carrera. En el último acto de Santo Tomás celebrado en el campus vigués, donde se entregaron las distinciones correspondientes al periodo académico 2007-2008, veinte chicas subieron al estrado frente a doce titulados. Su triunfo se extiende además a las carreras de la rama de ingeniería donde la presencia masculina sigue siendo superior.

Paula Pena Lago - Económicas

A diferencia del resto de entrevistados para este reportaje, Paula Pena, licenciada en Económicas en la facultad viguesa en 1998, no disfrutó de la ceremonia de entrega del premio junto a familiares y amigos. "No había ni acto ni ayuda económica. Yo me enteré dos o tres años después de acabar la carrera de que era el mejor expediente de mi promoción a través de una carta de la Universidad", relata.

En esa época, la titulación estaba de moda y había centenares de matriculados por curso: "El campus era un bosque con un edificio en el medio. Mi experiencia fue que la facultad era joven y que resultaba fácil ser profesor, porque muchos eran muy malos. Supongo que ahora será más complicado obtener una plaza".

Desde hace año y medio, su título cuelga en la entrada de la consultoría Pena & Leirós que dirige junto a otra socia, también ex alumna de la facultad. Ambas están especializadas en gestión de fiscalidad contable y laboral.

"Al principio el premio te hace ilusión, pero luego te das cuenta de que no vale para nada", opina. Aun así, Paula, de 32 años y embarazada de su primer hijo, nunca ha estado en paro. Antes de terminar los últimos exámenes ya la había contratado la oficina viguesa de Garrigues & Andersen, donde trabajó durante cinco años, y luego se cambió a Mazars Abogados, que abandonó para entrar en una empresa del sector inmobiliario.

"Lo dejé cuando ya se le empezaban a ver las orejas al lobo. Me apetecía no tener jefes y hacer las cosas a mi manera. Es arriesgado, pero lo recomiendo. A pesar de que la época es difícil nos aguantamos, que no es poco", se felicita.

Antía García Fernández - Derecho

Terminó la carrera en 2003 y aunque le atrae la investigación, decidió asegurarse su futuro con unas oposiciones de inspector de finanzas que obtuvo a la primera. No contenta con ello –"Soy mártir por vocación", ironiza– prepara las de inspector de hacienda y ayer mismo se enfrentó a su primera prueba.

"No había posibilidad de vivir de la investigación, que en Derecho sólo se desarrolla en la Universidad, y me he buscado el garbanzo seguro. Prefería la estabilidad a seguir diez años sin tener nada y ahora investigo por las tarde como hobby para hacer mi tesis", comenta esta joven ourensana de 29 años.

Lamenta que en su periplo por conseguir una plaza pública el premio extraordinario le haya servido más bien poco. "Es frustrante. Sólo te reabonan el título y te regalan un pin. El mérito académico está infravalorado en nuestro país. Si lo hubiese sabido a los 18 años igual cambiaba mi forma de actuar... aunque creo que volvería a hacer lo mismo", reflexiona.

Trabaja en la delegación de la Consellería de Facenda en Ourense, desde hace poco un "territorio comanche", bromea, porque milita en las Xuventudes Socialistas e integró la lista provincial a las generales del PSOE. "Compartí cartel con la ministra Espinosa en los mítines y me encantó la experiencia. Aprendí muchísimo en su caravana y si alguno de los dos diputados ourensanos fallasen yo iría de cabeza", confiesa.

Antía defiende que los políticos tengan un oficio conocido "para evitar gürtels". "Sin ser necesariamente malo, resulta muy peligroso que jóvenes sin trabajo accedan a un cargo político, porque al final la silla les interesa más que la gente. A mí me gusta ganarme la vida por mis méritos y no depender de nadie", declara.

Olaia y Lorena Eiriz Blanco - Empresariales

Las gemelas viguesas obtuvieron el premio extraordinario de Empresariales con una diferencia de centésimas, la suficiente para que Lorena, la mayor, se llevase también el de Galicia: "Durante la carrera siempre nos retábamos, había competición, pero ahora somos parte de un equipo y colaboramos". Se refieren al departamento de Formación de la Cámara de Comercio de Vigo, donde trabajan juntas desde hace varios años. Sus compañeros ya son capaces de diferenciarlas pero las anécdotas y confusiones se repiten a diario con las personas ajenas a la oficina.

La primera en entrar en la Cámara fue Olaia en 2005 y, al año siguiente, el organismo fichó "por casualidad" a su hermana Lorena. Ambas aseguran que el premio extraordinario no les ayudó en su carrera profesional. "Se queda en el olvido. Tuvimos suerte, pero no debida a él. Deberían crear becas específicas para que el acceso al mercado laboral de los mejores expedientes sea más fácil", proponen.

De cualquier forma, se muestran satisfechas por el esfuerzo realizado durante sus estudios: "No estamos arrepentidas, sino orgullosas".

"Nuestros padres nos decían que no estudiáramos tanto, pero éramos curiosas y nos gustaba ir a los exámenes con seguridad. Pero no sacrificamos nuestra juventud, lo compatibilizamos todo", puntualizan. También aclaran que nunca intentaron cambiar las pruebas porque sus letras son "distintas".

A sus 29 años, dicen estar "muy acostumbradas" a la vida en común y están muy contentas con su puesto de trabajo: "El día a día es muy variado y podemos asistir a los cursos de formación y reciclaje que organizamos. Nos esforzamos mucho y aplicamos las materias que estudiamos en la escuela. Nos gustaría seguir aquí".

Jesús Arias Fisteus - Ingeniería en Telecomunicaciones

A los pocos meses de acabar la carrera, Jesús Arias se estrenaba como docente en la Universidad Carlos III de Madrid. "Me ofrecieron el puesto gracias al premio. Mis profesores de Vigo conocían a los de aquí. El departamento de Ingeniería Telemática estaba creciendo mucho en esos momentos y me propusieron a mí", relata.

Ocho años después sigue pendiente de que su plaza salga a concurso y poder estabilizar su situación. "Me doctoré en 2005 y necesito acabar de consolidar currículo para opositar", explica.

Durante este tiempo, ha realizado estancias de investigación en Intel en Irlanda y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) junto al inventor de la web, Tim Berners.

En su época de universitario en Vigo, el ingeniero lucense reconoce que estudiaba, "pero no más que muchos compañeros". Asegura que casi todos los estudiantes de su promoción encontraron trabajo enseguida. "Y eso que salimos en plena crisis de las punto.com", destaca Jesús, que también fue el mejor expediente de Galicia.

"Hay que esforzarse por aprender. Más que las buenas notas lo que vale la pena es tener conocimientos. En mi caso, los aplico cada día. Los premios se olvidan, pero la formación adquirida no", recomienda.

Cuando empezó a dar clase tenía 23 años, no muchos más que sus alumnos, sobre todo porque algunos de ellos "eran bastante mayores". "Vas adquiriendo experiencia y hoy tengo un trato bastante cercano con ellos, aunque no sé si es porque soy joven", duda.

Abraham Segade Robleda - Ingeniería Industrial

Ni tener el mejor expediente de su promoción ni el Premio de la Academia Gallega de Ciencias por un sistema de anclaje de farolas que rebaja los daños en accidentes le aseguraban su futuro como investigador, por lo que decidió preparar unas oposiciones para dar clase en Formación Profesional. "La Universidad te ofrece incertidumbre y yo me fui a buscar la estabilidad. Fui cauto", admite este ingeniero ourensano de treinta años.

En 2007 aprobó los exámenes y el curso pasado tomó posesión de su plaza en un instituto de su ciudad de origen, pero gracias a la jubilación de un profesor en el campus vigués acaba de regresar a la Universidad y al mismo grupo, el CIMA, especializado en ingeniería mecánica y automoción.

"El día que entregué la excedencia iba dudando si hacía lo correcto porque las condiciones laborales son peores: cobro menos que en FP y la plaza es temporal. Mucha gente se marcha de la Universidad porque no favorece la estabilidad. Pero lo que me atrae es poder compatibilizar docencia e investigación", reconoce.

Su regreso ha sido posible gracias a que realizó la tesis mientras impartía clase en FP y siguió colaborando con los miembros de CIMA.

Cecilia González Coto - Magisterio en Educación Musical

Hace bastantes años, envidia Cecilia, los primeros expedientes de las carreras de magisterio tenían plaza de profesor adjudicada, pero a ella le tocó hincar los codos como el que más para aprobar las oposiciones. "Debería puntuar más el haber tenido el premio extraordinario. Te la juegas igual que los demás, sin ninguna ventaja", lamenta.

De hecho, esta porriñesa, que está a punto de celebrar su veintinueve cumpleaños, aprobó los exámenes en 2003 al segundo intento. Eso sí, lo hizo con las mejores notas de toda Galicia, por lo que pudo elegir plaza. Tras pasar por otros dos centros, hoy imparte clases de Educación Musical en el colegio Cruz Budiño, en su municipio natal.

Las oposiciones le obligaron a renunciar a su primera vocación, la música, y no pudo acabar sus estudios de piano en el Conservatorio. "Ahora continúo por libre y toco estilos más a mi aire", comenta.

Cecilia, que también obtuvo la matrícula de honor en el antiguo COU, asegura que sus antiguos profesores del instituto añoran alumnos como ella: "Dicen que ya no quedan estudiantes como los de mi generación".

Ella, que en clase intentaba "pasar inadvertida", también opina sobre sus pupilos, que tienen edades comprendidas entre los seis y los doce años. "Es verdad que quizá hay menos esfuerzo y todo es más directo para que lo entiendan, pero los cambios sociales tienen cosas muy buenas, por ejemplo, el uso de las nuevas tecnologías", reconoce.

Ella asegura que en sus aulas ya distingue a futuros premios extraordinarios fin de carrera como ella: "Lo veo claramente por su actitud. Son brillantes, ayudan a los demás y siempre intentan aprender".

Marta Domínguez Seoane - Química

Desde que acabó su carrera en 2000 con el mejor expediente de todas las facultades gallegas de Química se esfuerza en consolidarse como investigadora. A igual que muchos compañeros todavía no ha conseguido una plaza estable y está a la espera de que la Xunta le conceda una beca Parga y Pondal. "El futuro es incierto, pero para seguir en esto hay que ir poco a poco. Realmente es lo que me gusta hacer y lo que he hecho siempre", sostiene.

El premio extraordinario, añade, le sirvió como "un primer impulso" en esta carrera de obstáculos. "Me ayudó a conseguir las primeras becas para hacer la tesis. Si tienes la suerte de que tu grupo tenga dinero no necesitas tanto, pero siempre hacen falta", reconoce esta viguesa de 32 años.

Tras una estancia postdoctoral en el Instituto Max Planck de Fisiología Molecular de Dortmund (Alemania), el pasado enero se reintegraba al equipo de Química Orgánica de Ángel Rodríguez de Lera. "Me gustaría quedarme en Vigo, pero si aquí no puede ser no me importaría marcharme", dice.

Cree que el premio no garantiza éxitos. "Sólo significa que fuiste la que mejor hizo los exámenes. Pero puedes tener un expediente brillante y no ser bueno como investigador. Y al revés, hay gente muy competente o que es un portento y que nunca recibió una de estas distinciones", concluye.