Una mañana de bruma alta despierta con el choque del mar contra las rocas. Las vistas son únicas y el pequeño paseo alrededor del parque a la salida de A Guarda no parece presagiar dificultades. De repente, el arcén izquierdo de la carretera se convierte en el único paso posible, que no parece estar de acuerdo con que los peregrinos lo utilicen como sendero. A veces se estrecha, en ocasiones desaparece y, otras, se alterna con las aceras de los ayuntamientos por los que pasa.

En Oia, por ejemplo, la vista de su famoso monasterio se tiene que apreciar a una distancia de pocos metros, si se quieren respetar las normas de circulación y ceñirse al margen izquierdo de la calzada. Las hierbas y algún que otro desperdicio se conjugan en el trazado.

El Camino de Santiago por la Costa, cuyo recorrido tenía que haber sido aprobado por la Xunta antes de que entrase octubre, se plantea como una realidad para el Xacobeo 2010. Sin embargo, a tres meses de que se inaugure el Año Santo, además de faltar todo el trabajo de señalización por parte de los ayuntamientos por los que pasa, el propio trazado no ha sido todavía aceptado y parece poco dado a servirle de ruta. La falta de un espacio acondicionado para el tránsito a pie en el tramo que sigue la línea de costa desde A Guarda hasta Vigo y la aparente falta de posibles actuaciones, debido al propio discurrir de la carretera, semejan dibujar el Camino por la Costa como un gran desafío o, incluso, una utopía.

Los ayuntamientos portugueses, entre los que se encuentran Oporto, Vila do Conde, Póvoa, Esposende, Viana do Castelo y Caminha, ya tienen el trazado perfectamente delimitado y marcado, y han echado mano de los caminos forestales. Sin embargo, el paso de la ruta por Galicia está lleno de altibajos. El recorrido desemboca desde las tierras lusas en Camposancos y atraviesa el barrio de Sáa, hasta llegar al centro de A Guarda. Aunque en este primer tramo el gobierno local se ofrece a habilitar cinco kilómetros de recorrido por la orilla del mar, la vuelta a la carretera comarcal se vuelve pesadilla.

La peligrosidad que supone avanzar en fila india y pegado a los coches acompaña al caminante en su paso por Oia y Baiona. Los caminos que discurren más próximos a la orillas del mar se encuentran por veces inutilizados por la vegetación, por lo que no se contemplan, por ahora, como una posible alternativa.

Entre Oia y Baiona, se podría utilizar el viejo camino de Vila de Suso de Mougás, que asciende hasta una altura de 150 metros, y serpentea por entre las pistas forestales de la zona. Habría que señalizar éstas de forma que el caminante no se perdiese. La zona próxima a Cabo Silleiro es una de las más hermosas, con un mar juguetón y el perfil del faro allá en lo alto. Pero es también una de las más arriesgadas. Hay puntos en los que, o se cambia de carril o uno se ve obligado a saltar el quitamiedos hacia la maleza para no irse contra los coches.

Los montes de A Groba

Además, se percibe la falta de espacios óptimos del otro lado de la delimitación de la carretera que permitan anexionar un posible sendero peatonal de forma rápida y sin la necesidad de grandes versiones.

Habría la posibilidad de complementar la carretera actual dando un rodeo por los montes de A Groba, hasta llegar a la rotonda de Saiáns, desde donde se recomienda bajar hasta la popular Fonte do Romano, ya en Coruxo, siguiendo el vial. Pero habría que tener en cuenta que las subidas escarpadas y las curvas de las montañas, a pesar de la tranquilidad y los entornos privilegiados que ofrecen, no son adecuadas para todos los peregrinos.