Llega la noche de San Juan y con ella las hierbas aromáticas con las que, mezcladas con una gran cantidad de agua, nos debemos lavar la cara mañana si queremos espantar todos los males y "meigas" y tener un buen cutis.

La asociación cultural "O Coto" decidió, un año más, al igual que otros colectivos de la ciudad, reunir a un grupo de vecinos y darles unas clases prácticas sobre la enorme variedad de plantas con propiedades curativas que existen en el rural de la ciudad olívica. Así, con botas camperas y una mochila al hombro, los cerca de cincuenta participantes en la recogida de hierbas de San Juan que organizó ayer "O Coto" también se armaron de papel y lápiz para no olvidarse de ninguna planta, todas ellas necesarias para elaborar esta noche la pócima mágica contra las "meigas".

En los alrededores del colegio de O Carballal, los excursionistas, de todas las edades, se echaron campo a través y bajo las indicaciones del biólogo, Álvaro Santos, y de Chelo, la miembro de la directiva de "O Coto", indagaron en el mundo de las plantas propias de San Juan. También se desplazaron a montes de otras parroquias. En su visita campestre, varias personas comentaban el "desconocimiento que tenemos sobre todas las plantas". "En las escuelas del rural dan por hecho que identificamos todas las clases de hierbas y no es cierto", destacaba una vecina. Otra viguesa, residente del casco urbano, incidía en que "los que somos de ciudad todavía sabemos menos". "Yo conozco las plantas porque me intereso, no porque haya aprendido nada en el colegio", añadió.

Pérdida de tradiciones

Las rosas silvestres, la menta poleo, hierba luisa, fento macho, fiuncho, malva, hoja de nogal o de naranjo y el tomillo sólo son algunas de las plantas necesarias para elaborar el agua de San Juan, una tradición que nació hace más de 5.000 años, junto con muchas otras que, desgraciadamente ya se han perdido. El biólogo incidió en este aspecto y destacó hechos tan curiosos como que antiguamente, el 23 de junio, las mujeres echaban un huevo en un recipiente y en función de la forma del mismo, las féminas predecían su futuro marido. Un barco, marinero; un martillo, carpintero o albañil. Por su parte, las deseosas por tener un hijo se metían hasta el cuello en el mar de las playas de la Lanzada o de Louro, en Muros, y dejaban que las bañasen nueve olas para quedarse en estado.