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"¿Le 'hackearon' la cuenta a Pablo?"

Militantes de Podemos reacios a enterrar sus siglas muestran su decepción tras la cesión mientras Santos intenta contener posibles escisiones

Santos, detrás en el centro, en la reunión de Podemos de ayer. // X. A.

"Cuando lo leí, pensé que le habían hackeado la cuenta de twitter a Pablo Iglesias". La frase fue pronunciada ayer por un militante de Podemos Galicia mientras esperaba en Santiago la llegada de su secretaria general, Carmen Santos, que convocó una asamblea extraordinaria para explicar el giro copernicano dado para asumir las condiciones impuestas por En Marea para ir de la mano el 25-S y que, hasta media hora del cierre del plazo para registrar coaliciones, eran fronteras intransitables.

La cita se produjo en el parque compostelano de Bonaval en un luminoso día de verano. Las caras de los asistentes transmitían aires de funeral, a pesar de los intentos de Santos por revitalizarlos. "¡Alegrad la cara, que es una buena noticia!", arengó a uno.

La asamblea apena reunió a medio centenar de asistentes, la mayor parte perteneciente al bando que deseaba ceder lo más mínimo y deseaba incluso ir solos a las elecciones. El resto no acudió, como sucedió en la asamblea previa a la votación telemática. En ese cónclave arrasó presentarse en solitario. En la consulta general, esta opción apenas logró el 25%.

El liderazgo de Santos es frágil ahora, pues la línea roja que le abrió un conflicto con la mayoría crítica del Consello Cidadán Galego fue tumbada desde Madrid. Poco importa que la adscripción a un partido fuese también descartada durante las negociaciones por Carolina Bescansa y Pablo Echenique. Estos, enviados por Pablo Iglesias, fracasaron y el líder actuó de César decidiendo desde Madrid vía telefónica, potenciando la imagen sucursalista de Podemos, que sin sus siglas pierde gran parte de su valor. Ahora la marca es En Marea y ahí los podemitas cuentan con un poder interno escaso.

El sector crítico con su gestión presionó ayer a favor de su salida a través de José García Buitrón. Mientras repelía esos ataques, Santos trataba de contener las anunciadas fugas del sector que más siente la marca Podemos, el que no se creía leer a su jefe aceptar las condiciones que había rechazado Echenique unas horas antes. Todo el giro se debió a apuntalar una alianza electoral fuerte y a cambio de un partido propio más débil en Galicia.

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