Los dos últimos miércoles han supuesto los episodios más reveladores del proceso que investiga la muerte de Asunta en una pista forestal de Teo el 21 de septiembre de 2013, pues todavía no han aparecido pruebas concluyentes sobre quién asfixió a la niña. Sus padres adoptivos, Rosario Porto y Alfonso Basterra, se enfrentan a penas de hasta 20 años por un delito de asesinato y, aunque los testimonios de los peritos han dejado muchos indicios y escasas certezas acerca de su posible implicación, la investigación ha evidenciado que la niña estaba siendo sedada mediante lorazepam, un potente ansiolítico que también les habían prescrito a sus padres.

El día en que la niña murió, su cuerpo había ingerido al menos 27 Orfidales -la marca comercial concreta de lorapezam, benzodiazepina equiparable a un opiáceo- antes de ser asfixiada y su cuerpo presentaba el doble de cantidad mínima para dañar el organismo. El medicamento constituye una de las claves del caso y ahí las flechas apuntan a los padres.

Aunque ambos aseguraron que la niña tomaba fármacos contra su alergia, la pediatra de la niña -que también testificó un miércoles- negó que le hubiese prescrito polvos, sino, en todo caso, un espray. Una profesora añadió otro elemento incriminatorio con su testimonio del pasado día 8. La niña le dijo que su madre le había dado "unos polvos blancos que sabían fatal", ingesta que podría vincularse a los mareos de la niña en clase y al citado lorazepam.

Durante esta semana, el juicio, en el que los testimonios concluirán en la sesión del próximo miércoles, el lorazepam ha ganado protagonismo frente a las cuerdas naranjas encontradas en la casa familiar de Porto en Montouto (Teo) en un caso donde continúan existiendo numerosas sombras que el proceso no ha disipado. Una de ellas radica en la identificación del objeto "blando" usado para asfixiar a la niña.

Los peritos tumbaron esta semana mitos arraigados debido a las series televisivas sobre la obtención de coincidencias irrefutables entre pruebas. Si bien las cuerdas de la casa y las halladas en la pista forestal junto al cadáver de Asunta son iguales, no se puede establecer al 100% su mismo origen. Según los investigadores, eso resulta prácticamente imposible. A pesar de eso, sigue sin explicarse por qué aparecieron en la casa, pues el jardinero, al que señaló Porto en su declaración, negó usarlas en sus quehaceres.

La reconstrucción de los hechos apunta en diferente grado a Basterra y a Porto, con muchos menos elementos que lo señalan a él en un caso en el que el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, sostuvo que ambos trazaron un plan para asesinar a la niña porque esta les molestaba.

Porto estuvo con la niña por la tarde el día de su muerte, captada por una cámara de seguridad en su coche a las 18.00 horas rumbo a Teo. A las 21.00 horas fue gravada de regreso sola. La autopsia sitúa la ingesta de lorazepam entre las cuatro de la tarde y las ocho, es decir, después de comer con Basterra, por lo que este elemento supone una losa sobre la defensa de la madre. Además, su vestido contenía restos de lorazepam en su parte baja, si bien ella también confesó ingerir este medicamento dos veces al día.

El ADN de Porto también se encuentra en la mascarilla y papeles -en un grupo de estos también se halla el de Asunta- hallados en la casa de Teo. Los agentes declararon que al acceder a ella, Porto se lanzó escaleras arriba rumbo al lugar donde se encontraban estas pruebas, que no han resultado concluyentes. De momento, se desconoce para qué se usaron o de qué estaban impregnadas.

Salpica a Basterra

El ansiolítico constituye el elemento que también salpica a Basterra, pues este adquirió 125 compromisos de lorazepam, según el fiscal, tras serle prescrito en julio y haber alegado que había perdido parte de ellos. Además, dos episodios de sedación de Asunta coinciden con momentos posteriores a su estancia con su padre. A partir de ahí, todo resulta vaporoso, pues el consumo fatal de ansiolíticos del día de la muerte se produjo tras la comida con su padre. Una testigo asegura haberlo visto con ella por la calle, pero a esa hora una cámara la captaba con su madre en coche.

La recta final del proceso, por tanto, mantiene numerosos interrogantes que jurado popular y juez deberán considerar a la hora de dictar una sentencia sobre el caso, pero también elementos que han arrinconado a Rosario Porto. El fallo determinará si son suficientes para establecer su culpabilidad y la de su marido en un mediático juicio en que no parece que se vayan a producir grandes sobresaltos ni descubrimientos nuevos de última hora.