-Se supone que los facultativos que optan voluntariamente por prescribir fármacos de marca en algunos casos y no cumplen los objetivos de prescripción se juegan el plus de productividad. ¿Es así?

-En muchos casos no tienen esa productividad y está más vinculado al manejo de las herramientas, un tema que teníamos que comprobar, como el nivel de receta electrónica o en papel. Puede pasar con recetas del especialista que no se sustituyen, por poner un ejemplo. O en la introducción de una novedad terapéutica, que hay que ponderar si la novedad justifica su uso. Hay unos objetivos que van dentro del acuerdo de gestión, como eficiencia asistencial o rendimiento que condicionan el plus de productividad.

-¿Considera que se vulnera la libertad de prescripción?

-Se trata de reconducir la variabilidad clínica para que todos prescriban más o menos lo mismo. Hay que tender a eso. Lo que no puede ser es que existan diferencias de 50 puntos entre el nivel de prescripción de genéricos de unos médicos y otros en Atención Primaria.

-De todos modos, la prescripción de genéricos ha crecido mucho en los últimos años...

-Es cierto que en Galicia la implicación de los profesionales ha sido muy buena y eficiente. En 2009 el porcentaje de recetas de genéricos estaba por debajo del 11% y ahora estamos en el 43%, cuando el objetivo para 2014 era del 40%.

-¿Con la receta electrónica se controla mejor la distribución de fármacos?

-Hemos tenido actuaciones muy significativas en prácticas de circulación inversa, casos en que la botica vende a almacenes y no puede hacerse. Lo controlamos desde 2011. Además, se pierde la trazabilidad del fármaco porque ese almacén puede venderlo en otro mercado a otro precio y esto puede descontrolar en ciertos casos las cantidades de fármacos vendidos aquí.