Once años después de la mayor catástrofe ecológica de Galicia, el macrojuicio sobre el Prestige ha acabado sin culpables y dejando una sensación de incredulidad entre los bandos enfrentados, los Gobiernos de José María Aznar y Manuel Fraga, y la ciudadanía que se echó a la calle a gritar Nunca Máis y a la que se unió la oposición.

El fallo leído esta semana en la Audiencia Provincial de A Coruña por el presidente del tribunal, Juan Luis Pía, constituye la certificación de un cuádruple derrota que ha reabierto heridas y generado la impresión de que la frase tantas veces pronunciada por las administraciones de que quien contamina paga no se ha cumplido. El proceso se salda con una derrota ecológica, tras el vertido de 63.000 toneladas de fuel; económica, con una factura de 4.400 millones de euros que nadie pagará de los que 2.433 corresponden a pérdidas solo en Galicia; jurídica, al percibir como la justicia ha sido incapaz de sentar en el banquillo a quien certificó que un barco en mal estado navegase y el periplo de recursos se antoje más como una forma de perder tiempo, dinero y energía que de modificar el fallo; y social, al reavivar la indignación que en 2002 provocó el nacimiento de Nunca Máis, plataforma detrás de la cual el PP siempre ha denunciado una "manipulación" política.

La tierra del ti vai facendo que permitió el nacimiento del feísmo como sello antropológico ha adoptado ahora el ti vai contaminando, pues nadie desembolsará dinero para cubrir trabajos de limpieza o de descenso hasta el petrolero para, con una tecnología innovadora, vaciar los tanques desde los que vertía aquellos famosos "hilillos" a los que se refirió el entonces vicepresidente Mariano Rajoy.

Pese a las dificultades, otros accidentes similares sí se han salado con indemnizaciones, como los 4.500 millones de dólares impuestos a BP por un vertido de 4,9 millones de barriles en el Golfo de México en 2010. En el caso del Urquiola, varado en A Coruña en 1976, no hubo responsables.

La derrota más evidente del proceso radica en la incapacidad para señalar por qué el buque sufrió una vía de agua que lo hirió de muerte. "Nadie sabe con exactitud la causa", reza la sentencia, que exonera al capitán y al jefe de máquinas porque trataron de salvar el barco y la vida, y al director de la María Mercante porque gestionó con "profesionalidad" el suceso. "Nadie puede señalar lo que debería haber hecho", añade sobre el debate acerca de refugiar el buque en una ría o enviarlo mar adentro para reducir la intensidad de la contaminación. En la manifestación de Nunca Máis del viernes en Santiago un asistente encogía los brazos y resumía el proceso: "eche o que hai".

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