Estudió Historia del Arte en Compostela y desde 2008 forma parte del equipo de comisarios de la Tate Modern de Londres, un "centro de referencia internacional" que visitan cada año cinco millones de personas. "Cuando era estudiante en Santiago, a pesar de la riqueza de arte románico y barroco que tenía tan cerca, ya me interesaba más el arte contemporáneo", comenta sobre la época de sus primeros estudios. Después vendría un máster en Columbia y un doctorado en la Autónoma de Madrid. Y antes de llegar a la capital británica, también trabajó en el Guggenheim de Nueva York y realizó colaboraciones con el Prado o el MACBA.

Iria Candela (Santiago, 1976) desarrolla además una intensa actividad como autora de libros, conferenciante y articulista en prensa. "El comisario trata de descifrar los numerosos enigmas del arte contemporáneo. Para ello, debe usar todos los medios que tenga a su alcance: exposiciones, publicaciones, charlas, docencia... Todos pueden ser útiles en ese cometido". El concepto de arte, añade, está "en constante cambio" y aboga por que se reflexione sobre ello "abiertamente" ante un público que "cada vez es más participativo, en parte porque los artistas de hoy así lo reclaman".

La comisaria gallega reconoce que la valoración de autores coetáneos resulta siempre "más espontánea e instintiva" a falta de una perspectiva histórica "que ayude a a entender mejor los fenómenos artísticos en toda su complejidad y a darle el valor e importancia que tienen".

Aun así y frente a las críticas respecto al excesivo mercantilismo o los blufs del arte contemporáneo, Iria lamenta que la razón principal por la que ciertas obras se conviertan en noticia es su elevado precio en subasta: "Gran parte del debate en los medios gira en torno a las sumas astronómicas que alcanzan algunas obras, rara vez en torno a su contenido o al modo en que pueden formar parte del patrimonio cultural. Y por otro lado, estos mismos medios tampoco emprenden una reflexión seria sobre el complejo mercado del arte".

Respecto al éxito de la Tate, subraya la importancia de una programación que "combina acertadamente" exposiciones históricas –dedicadas a figuras clave de las vanguardias como Rodchenko o Miró– con otras protagonizadas por artistas en activo: Alÿs, Orozco o Richter.

"Al mismo tiempo mantiene un balance entre muestras de artistas muy populares –Roy Lichtenstein es uno de ellos– con otros menos conocidos para el gran público, como Alighiero Boetti. Y ha integrado disciplinas como el cine, la fotografía y la performance sin establecer jerarquías entre los medios artísticos", destaca.

La fórmula se completa dedicando "mucho esfuerzo" a fomentar la apreciación y el conocimiento del arte contemporáneo entre diferentes tipos de público y, en este sentido, Iria recuerda que el acceso es gratuito y que solo hay que pagar la entrada a muestras temporales. "Para mí es muy importante la vocación pública del museo, y es una responsabilidad que todo el equipo comparte", asegura.

Muy lejos de esta filosofía de trabajo se situaría la "fiebre" que aquejaba a nuestro país, antes de la crisis, por abrir museos en edificios de arquitectos de renombre sin preocuparse apenas por el contenido: "La política de construir centros de arte con presupuestos faraónicos que luego se han quedado vacíos ha sido disparatada, principalmente, porque no se ha continuado el proyecto con una segunda fase de consolidación de un programa que active a una comunidad".

En su opinión, "lo esencial en este momento de crisis es mantener la implicación de la sociedad en defender la necesidad del acceso a la cultura y el arte, que no es una entidad aislada, sino un instrumento esencial para estimular el entendimiento y el cuestionamiento de la realidad. Por tanto, el museo debe promover que el arte genere debate más allá de sus muros y se sitúe en el corazón mismo de la esfera pública".

Uno de los objetivos de la Tate es "enriquecer su colección de arte internacional" y la compostelana forma parte del comité dedicado a incrementar los fondos latinoamericanos. "Es uno de los pocos museos dedicados con continuidad y rigor a esta importante área geográfica y cultural. Nos interesa, por un lado, incorporar obras de artistas ya considerados clásicos del siglo XX que enriquecen y problematizan el relato de la modernidad; y, por otro, incluir trabajos de creadores vivos establecidos o emergentes que estén contribuyendo al debate estético internacional".

Iria, que ha publicado este mismo año un libro sobre el arte en América Latina desde 1990 hasta la actualidad –Contraposiciones–, sostiene que hoy ya no se considera "ni por asomo, periférico", como demuestra el hecho de que se expone internacionalmente con regularidad. "Y, al mismo tiempo, conoce bien la tradición en la que se enmarca y recoge el legado de numerosos creadores de las décadas de los 60 y 70 como Hélio Oiticica o Mira Schendel", apunta.

Precisamente, la santiaguesa participa en el comisariado de la primera gran exposición internacional de esta artista brasileña en colaboración con la Pinacoteca de São Paulo y que se inaugurará en 2013. Otro de sus cometidos actuales es la retrospectiva de Lichtenstein, que la Tate ultima desde hace varios años con el Art Institute of Chicago: "El diseño de una exposición es largo y complicado y algunas empiezan a organizarse con tres o cuatro años de anticipación. La programación se suele decidir entre el director del museo y el equipo de comisarios después de diversas discusiones sobre ideas y propuestas".