"Adoptar es posible" es el lema de la Fundación Apoio á Infancia e ó Benestar, que podría añadir a la frase "...pero es difícil". Faiben se encarga en Galicia de gestionar las denominadas "adopciones especiales", aquellas que incluyen a adolescentes, discapacitados, enfermos crónicos o grupos de hermanos.

La mayor parte de familias gallegas desean adoptar a un niño menor de tres años para verlo crecer, lo que deja en una situación delicada a este colectivo "especial". En estos momentos diecisiete niños aguardan una familia adoptante internados en un centro de la Administración gallega. En caso de no lograr una familia, cuando cumplan la mayoría de edad tendrán que buscarse la vida solos. ""Tenemos que sacarlos de los centros antes porque si no acaban mal, pero una adopción de este tipo es complicada", cuenta Ángel Martínez, director de Faiben.

Las buenas intenciones chocan con la realidad y Martínez reconoce que no son pocas las familias que se echan para atrás cuando se les plantea la posibilidad de un adolescente o de un discapacitado psíquico como Toño, un joven de 20 años cuyo intento de adopción fracasó y que ahora vive solo mientras busca trabajo.

Los fracasos suponen duros golpes. "Todos los procesos empiezan con la mejor de las intenciones, pero a veces se pasan momentos dolorosos, se culpan entre la pareja de que no haya salido bien o nos culpan a nosotros porque el chaval es conflictivo y acaban renunciando a él", cuenta el responsable de Faiben.

En los cuatro últimos años 35 familias iniciaron los trámites para llevar a cabo una adopción especial, pero solo llegaron a buen puerto 18 casos.

La paciencia resulta clave para proporcionar una salida a los niños. Nacho adoptó a un adolescente y pasó algunos problemas al principio porque el chico era conflictivo. Aún así está orgulloso de él. "¿Has visto la película La Buena Estrella? Pues esto es igual. Si durante toda la infancia estos niños viven en centros de menores a los 18 saldrán a la calle y serán carne de cañón, como el personaje de Jordi Mollá", indica. Su opinión es compartida por Ángel Martínez, que recuerda que "los niños tienen derecho a formar parte de una familia y vivir con ella".

Con su reflexión dirige la atención sobre los niños, protagonistas del proceso por encima de los padres. "Estos también quedan dañados cuando la adopción no acaba bien, pero lo principal es atender a los niños", sostiene. "Cuando falla el proceso, el chaval piensa que es malo, que nadie lo quiere y lo han vuelto a abandonar como sus padres biológicos. Si con 13 años vuelve a un centro le destrozas la autoestima", explica. "Hay que tener en cuenta que la adopción no busca dar un hijo a unos padres, sino unos padres a un hijo", advierte.