Veintiséis meses después de iniciarse las obras la Autovía de Barbanza quedó ayer por fin abierta al tráfico. Esta vía de comunicación, de la que se beneficiarán más de 80.000 personas, está dotada, según reconoció el propio presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, de los "más altos estándares de seguridad". Su ejecución, de hecho, se proyectó para mejorar las conexiones de esta zona y reducir los elevados índices de siniestralidad que registraba la anterior vía rápida de Barbanza.

El 40 por ciento del trazado de este vial es completamente nuevo y el coste total de la infraestructura se eleva hasta 130 millones de euros.

En la inauguración simbólica de la AG-11 en las Curvas de Vilas, en Rianxo, uno de los puntos negros del viejo vial, el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño, señaló que la Autovía entre Padrón y Ribeira cuenta con los "más altos niveles de seguridad posibles" y pidió a los usuarios que la disfruten "con prudencia" y "sentido común".

La antigua vía rápida de Barbanza se convirtió desde su puesta en servicio en 1994 en uno de los viales más peligrosos de la comunidad, con un balance global de 56 muertos. Aunque fue el Ejecutivo de Manuel Fraga el que se comprometió a replantear esta infraestructura convirtiéndola en una autovía de cuatro carriles, fue el Gobierno bipartito el que adjudicó las obras a finales de 2006.

Desde entonces, la ejecución de este proyecto ha estado marcada por la polémica. Así el PP acusó al bipartito de haberse decantado por la oferta más cara para adjudicar las obras.

Los alcaldes de Ribeira y A Pobra, ambos del Partido Popular, así como el regidor nacionalista de Boiro decidieron no acudir ayer a la inauguración de la Autovía en protesta por el malestar causado a los vecinos la ejecución de las obras. El PPdeG criticó que se abra al tráfico este vial cuando las obras aún no están terminadas y exigió a la Xunta que corrija las deficiencias que aún quedan en la autovía.