"Aquí, desde Galicia, toda España hoy os quiere consolar". Las palabras del arzobispo castrense Juan del Río Martín llegaban entrecortadas a las sillas que ocupaban las familias del brigada Juan Andrés Suárez García y el cabo Rubén Alonso Ríos. A sólo unos metros, lo que se oía claramente eran los sollozos, que en varios momentos emocionaron hasta a los mismos soldados encargados de portar los féretros.

Fue esa tristeza gigantesca de las dos viudas, de una madre, hermanos, amigos y los compañeros la que presidió ayer el funeral de Estado en la base de la Brilat en Figueirido, por una vez sin niebla pero con un intenso frío que, si cabe, hizo aún más sobria y contenida a la ceremonia.

Con todo, se vivieron varios momentos muy emotivos. Tras saludar a las autoridades, los Príncipes se dirigieron en primer lugar hacia las viudas y otros familiares, a los que trasmitieron su pésame.

Don Felipe, vestido con el uniforme de comandante del Ejército de Tierra, y Doña Letizia abrazaron a las viudas y compartieron unos momentos con las familias antes de ocupar sus asientos en el patio central de la base General Morillo, en donde tuvo lugar la ceremonia bajo el monumento que recuerda a los que perdieron la vida en la defensa de España.

Ese inicial encuentro con los Príncipes fue de los escasos instantes en los que la emoción de las familias rompió el por lo demás extenso silencio que definió al funeral.

Momentos después (la ceremonia duró apenas media hora) el Príncipe, vestido con uniforme de comandante del Ejército de Tierra, condecoraba a título póstumo a ambos militares, depositando sobre las banderas españolas que cubrían los féretros la Cruz al Mérito.

El coronel Emilio Sarabia, jefe accidental de la Brilat, entregó a continuación a las viudas las gorras de los militares -que permanecieron durante todo el funeral sobre los féretros- y las condecoraciones. Las familias, rotas de dolor, se aferraban a ellas cuando unos minutos más tarde dieciséis compañeros de los fallecidos retiraban los féretros.

Ante ellos se rindieron en homenaje los guiones y banderines y se colocó una corona de flores rojas mientras sonaba el himno español en honor a los fallecidos. Se recordaba así, como insistieron sus compañeros, que cumplieron con su deber de luchar con valor, servir con lealtad y morir con honor.

Los militares entonaron el himno "La muerte no es el final" para despedir a sus compañeros, unos segundos especialmente intensos, como lo fue la salida de los féretros y, de hecho, no faltaron las lágrimas entre los portadores. "Descansen en paz", les desearon sus compañeros, "valientes soldados de España".