Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Josep Fontana: "Empeñarse en el referéndum es una huida hacia adelante"

"El espantajo del independentismo lo ha aprovechado la derecha española, desde el PSOE en adelante, porque saben que basta la Guardia Civil para liquidarlo"

Josep Fontana: "Empeñarse en el referéndum es una huida hacia adelante"

Acostumbrado desde su lejana infancia a leer con avidez los libros que tenía su padre en una librería de viejo en Barcelona, Josep Fontana (1931), uno de nuestros grandes historiadores, nunca ha dejado de indagar en los misterios que esconde la Historia, convencido de que la escriben los vencedores imitando a los delincuentes que utilizan sus memorias para justificar sus actos. Trabajador infatigable, discípulo de Jaume Vicens Vives y Ferran Soldevilla, investigador y autor de "Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945", una obra muy prestigiada, y de otra treintena de libros, exmilitante del PSUC y profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra, acaba de lanzar "El siglo de la revolución", sobre la revolución soviética.

Encantador en el trato y con paciencia infinita para explicar de dónde viene lo que lo que ocurre en la Cataluña de hoy, un pueblo ("es mi pueblo", afirma con energía), no un país, con un sentimiento de identidad propio, reconoce que "el ajuste de los catalanes en España siempre ha sido difícil", considera el independentismo como la última posibilidad cuando no se puede negociar, y expone con claridad lo que en su opinión buscan los catalanes de hoy: "Queremos más respeto, más autoadministración y un buen gobierno". Catalán hasta la médula y nacionalista convencido, Josep Fontana reparte estopa en esta entrevista contra los que "usan el espantajo" de la independencia para obtener votos y abomina del excesivo centralismo de Madrid, "donde se decide casi todo". Empeñarse en el referéndum le parece, en fin, una huida hacia adelante porque carece de apoyos.

-Profesor Fontana: ¿Cómo se debe emplear la Historia para entender lo que ocurre hoy en Cataluña?

-Tratando de obtener una información lo más amplia posible y limitándonos a explicar los hechos y nuestros razonamientos pero dejar los juicios para los demás. Hay que aprender a pensar históricamente.

-Dígame como historiador si existió alguna vez el país catalán que ahora exigen tantos manifestantes por las calles de Barcelona.

-Lo que la historia formó fue un pueblo, no un país, un colectivo con un sentimiento de identidad propio con una cultura y una lengua. Uno de los mayores problemas cuando se produjo la unión con la Corona de Castilla en la época de los Austria es que ya había dos culturas políticas distintas. En Cataluña, con sus cortes y constituciones, el rey no tenía el mismo poder que tenía en Castilla. Ese ajuste de los catalanes en España siempre ha sido difícil.

-También había diferencias entre las cuatro naciones de la Corona de Aragón: Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca.

-Estas naciones tenían sus propias cortes, leyes, monedas, deuda pública y discutían sus problemas por separado. En Aragón, por ejemplo, predominaba la aristocracia, mientras que en Cataluña lo hacía la burguesía. Cuando se unen la Corona de Aragón y la de Castilla con Carlos I aparecen las fricciones que se acrecientan con Felipe II y sus continuas peticiones de dinero.

-Destacados historiadores como el hispanista británico John H. Elliot y el catalán Álvarez Junco criticaron el reciente simposio "España contra Cataluña" en el que usted tuvo una intervención estelar por considerar el primero que su título ya era muy poco histórico y un puro dispararte y el segundo que aquel conflicto entre los Borbones y los Habsburgo no tuvo absolutamente nada que ver con los catalanes. ¿Qué conclusiones ha sacado usted de aquellas jornadas?

-A mí me invitaron a un coloquio en el que se estudiaban los 300 años de historia común. El título "España contra Cataluña" lo considero también desafortunado pero no lo puse yo. Mi problema en estos debates con historiadores del otro lado es muy triste porque veo que para un lector o historiador castellano, Cataluña es algo que le interesa de forma marginal. Me veo obligado a entrar en discusiones con gente que ignora casi todo lo que la historiografía ha aportado en las últimas décadas sobre Cataluña.

-¿Qué es lo que ignoran?

-Poca gente se ha leído un libro fundamental como es el de Pierre Vilar sobre Cataluña en la España moderna.

-Precisamente su maestro Jaume Vicens Vives llegó a decir que el decreto de Nueva Planta de Felipe V benefició a Cataluña.

-Vicens dijo muchas cosas a lo largo de su vida y fue evolucionando. ¿Benefició ese decreto a Cataluña? Hay que matizar esta afirmación. A la larga el hecho de que hasta cierto punto se abriera más el mercado peninsular y que eso favoreciera a Cataluña puede ser cierto. El decreto pretendía sustituir la legislación existente para aplicar la vigente en Castilla, pero quienes tenían que hacerlo eran funcionarios con intereses en Cataluña que vieron que aquello hubiera sido un disparate tremendo y dejaron de lado todo el Derecho Civil. Este decreto sustituye las instituciones y las Cortes, crea un sistema municipal distinto pero deja el Derecho Civil intacto y distinto del de Castilla.

-Usted invoca los sentimientos y las emociones de la gente. ¿Por qué ha crecido tanto y en tan poco tiempo el nacionalismo radical en Cataluña?

-Siempre ha existido la ideología soberanista pero se potenció entre 2010 y 2012. En 2004 se había hecho una reforma del Estatut aprobada por las Cortes españolas, pero el PP, que estaba en la oposición, lo llevó al Tribunal Constitucional y en 2010 se produjo la desgraciada anulación de un texto legal que había funcionado durante seis años sin ningún problema. Eso creó un primer foco de malestar. A eso se añadieron las consecuencias de una crisis económica que indignaron más a la gente apuntando al Gobierno de Madrid.

-Luego, Madrid es culpable.

-Madrid decide casi todo y en la manifestación del 11 de septiembre de 2012 comenzó a producirse ese fenómeno de la gente saliendo a la calle para clamar por la independencia. Esa marcha no la había organizado ningún partido. Independencia quería decir "¡Basta ya! "¡Estamos hartos de todo!"

-Y fue entonces cuando CiU se subió al carro del soberanismo.

-Exacto, CiU pasaba por un mal momento, organizó unas elecciones y perdió el ocho por ciento de los votos. ERC vio también que podía aprovechar ese filón. En el planteamiento de estos hay un elemento ilusorio al pensar que la independencia es algo que se puede conseguir buenamente y con facilidad. Lo cierto es que el espantajo del independentismo lo ha aprovechado sobre todo la derecha española, desde el PSOE en adelante, porque saben que es inviable porque basta la Guardia Civil para liquidarlo. Una independencia se puede conseguir negociando o a la fuerza.

-¿Ve posible una negociación entre Madrid y Cataluña?

-La veo absolutamente imposible y no creo que se emplee la fuerza, así que todo esto es un fantasma que esconde el profundo cabreo de una colectividad muy amplia que está harta de ser mal gobernada. No pedimos más dinero sino que nos dejen administrar el que nos corresponde.

-¿Cuál es la gran reclamación que habría que atender en primer lugar?

-Tenemos un exceso de dependencia. Lo que queremos es más respeto, más capacidad de autoadministración y un buen gobierno que echamos de menos.

-¿Cuándo fue la última vez que sintieron que tenían un buen gobierno?

-Hubo momentos en los que existió la esperanza de que las cosas podían cambiar. Con la Transición apareció esa esperanza de negociación pero se frenó en seco también muy pronto. Felipe González, Alfonso Guerra y el general Andrés Cassinello se reunieron antes de la legalización del PSOE junto a otros miembros de los servicios de inteligencia que se vieron muy sorprendidos al observar los sentimientos nacionales de González, que ya dijo entonces que no estaba de acuerdo con un concierto económico para Cataluña y menos con la existencia de un partido socialista independiente. Por aquellos mismos días, el PSOE hablaba del derecho de autodeterminación, así que engañaron al personal como a chinos.

-¿Cuándo desapareció esa esperanza?

-Cuando los militares le dieron un ultimátum al Rey Juan Carlos y este le pegó una patada a su compañero de farras, Adolfo Suárez, que era para ellos demasiado liberal. Posteriormente, Aznar y Felipe González pactaron acabar con el régimen autonómico. Además, en Cataluña, en donde deberían haber gobernado el PSC y el PSUC, tuvimos la desgracia de que las capas medias y altas de la sociedad impusieran a través del miedo como presidente a Jordi Pujol, muy dispuesto por entonces a negociar con Madrid.

-¿Por qué diverge tanto una parte de la sociedad catalana de la del resto de España durante la Transición, esa etapa que usted ha llegado a calificar de "timo"?

-Las fuerzas que venían de la República siguieron en aquel momento proponiendo programas más ambiciosos pero cuando llegó el momento de la negociación todo se olvidó. La gente que había pasado hasta por la cárcel se sintió fatal. Yo mismo estuve luchando en la clandestinidad y no fue por el resultado de esa negociación por el que me jugué la cara. Fue una decepción y más cuando vino Santiago Carrillo a explicarnos lo logrado en los Pactos de La Moncloa. Vi que nos estaba tomando el pelo. La Transición fue un fraude no para el conjunto de la sociedad pero sí para los que luchamos por cambiarla.

-El periodista catalán Enric Juliana ha insinuado una posible salida del actual atolladero con un acuerdo audaz entre la Generalitat y el Gobierno de España inspirándose en la operación de Adolfo Suárez, que este año cumple su cuarenta aniversario, para traer a Tarradellas como President antes de que estuviera en vigor la nueva Constitución, luego ampliamente respaldada por los catalanes. ¿Qué le parece a usted?

-Arreglar este atolladero es muy difícil. Lo primero que hay que hacer es acabar con los abusos de la dependencia de Madrid, del menosprecio, de la descalificación que recibimos por parte de los que creen que si no eres aficionado a los toros no eres un buen español. No tengo esperanza de cambio a corto plazo pero espero que se sepan evitar los conflictos.

-¿Se refiere a conflictos violentos?

-Sí, aquí nunca ha cuajado la violencia gracias a la torpeza de Franco que permitió durante los años de 1950 y 1960 que llegase una inmigración que pronto vio que el enemigo era el franquismo, no los catalanes. La convivencia en Cataluña nunca ha generado demasiados problemas. Ahora ha habido un cambio político pero continúa el bipartidismo PP-PSOE porque Ciudadanos no es nada y Podemos no sabe lo que es. Salir del atolladero tampoco es fácil porque dependemos de normas de la Unión Europea y porque todos funcionamos con grandes dosis de sentimiento e irracionalidad.

-¿Cómo es posible que se haya acentuado más la desafección hacia España de los nacionalistas catalanes en la Transición que aprobó el Estatut que en la Dictadura de Franco?

-La desafección durante el franquismo era hacia la Dictadura, no hubo desafección durante la República pero sí se rechazaba a la derecha que frenaba el desarrollo. La desafección ahora es al uso que ciertas personas quieren dar a la forma de entender España y llegamos a pelearnos por algo tan absurdo como por el término nación, que no es más que un sentimiento colectivo. Pelearse por esto es una estulticia y emplear el espantajo de la independencia para obtener votos, una operación malévola.

-¿Qué dirían hoy Azaña y Ortega a la vista de cómo ha evolucionado el problema catalán?

-Azaña entendía muy bien todo, defendía las libertades de todos los españoles, pero perdió la aguja de marear cuando todo se vino abajo. Ortega no figura entre mis inspiraciones. Con hombres de la cultura de Azaña las cosas andarían hoy mejor.

-¿Cómo son los políticos de hoy?

-La categoría intelectual y moral de los que tenemos delante deja mucho que desear, pero lo peor de todo es que la población se conforma. Es un espectáculo ver cómo algunos salen reelegidos en las urnas tras robar a cuatro manos. Ante estas situaciones, la gente explota por un lado o por otro y ahí tenemos fenómenos como el "Brexit" o Trump.

-En cuanto a la corrupción, Cataluña no se ha quedado atrás. ¿Cómo cree que ha influido ese fenómeno en el auge independentista catalán?

-Desgraciadamente, esa tolerancia hacia la corrupción es preocupante y debería de cortarse cuanto antes. Pujol daba la impresión de ser una persona honrada, pero está claro que la corrupción estaba ahí, aunque lo supo disimular mejor. En la manifestación de 2012 se dijo basta a esa corrupción y de hecho CiU perdió votos. Gran parte de la sociedad está aún muy adormecida y centrada en sobrevivir como puede.

-¿Es comparable lo que ocurre en Cataluña con el "Brexit" en el sentido de que la mayoría de los británicos han preferido ser solidarios consigo mismos a serlo con los demás habitantes de la UE?

-No, pero están vinculados por el desencanto de los ciudadanos. El "Brexit" se montó para que saliese el no, pero los ciudadanos decidieron tocar las narices a las élites y votaron sí a salir de la Unión Europea. Ha pasado lo mismo en Estados Unidos con Trump. Los norteamericanos se han rebelado contra la corrupción de Washington. Nosotros aún estamos lejos de esos populismos porque no queremos cargarnos el sistema establecido, lo que queremos es uno más limpio, eficiente, respetuoso y solidario con Cataluña.

-Esto de la solidaridad va por barrios, porque según el profesor catalán Gabriel Tortella España pagó el uno por ciento del PIB para que Cataluña tuviese en el siglo XIX el monopolio del algodón. ¿En qué ha salido perjudicada Cataluña de seguir en España en relación con Portugal que ha conseguido la independencia?

-Llamar catalán a Tortella es demasiado porque su conocimiento de Cataluña es más bien escaso. Esa interpretación del proteccionismo demuestra un desconocimiento total de cómo funcionaba la política en aquella época, en la que se defendió un cierto nivel de desarrollo industrial en Cataluña igual que se protegió la producción agrícola en Castilla-León.

-Profesor, ¿qué supone la aparición en la Alcaldía de Barcelona de Ada Colau, en la órbita de Podemos, en todo este conflicto soberanista?

-Ni Ada Colau ni su gente son independentistas en principio. Podemos no colocó a Colau, sino que aprovechó el filón de esta, que movilizó a los ciudadanos desde las asociaciones ante el desprestigio de los partidos políticos.

-¿Podría decirse con propiedad que casi la mitad de los catalanes son hoy partidarios de la independencia?

-Una parte muy amplia de la sociedad catalana está harta de la dependencia excesiva de Madrid y necesita que se les escuche y atiendan sus quejas.

-¿Qué piensan los catalanes no independentistas?

-Están abrumados y preocupados por la forma en la que se plantean las cosas a estas alturas del partido. El independentismo se plantea siempre cuando no hay posibilidad de discusión y eso puede llevar a la ruptura.

-¿Le chirría a usted el gobierno de la Generalitat formado por una alianza de la derecha nacionalista con los independentistas de ERC y los radicales anticapitalistas de la CUP?

-No hay una alianza sino un pacto de la derecha y ERC con la CUP. Para Puigdemont y para ERC, la CUP es un estorbo que les crea problemas considerables por sus posturas revolucionarias y objetivos poco ajustables a la política parlamentaria.

-¿Merece la pena como hace la Generalitat considerar no negociable la celebración de un referéndum en Cataluña cuando se sabe que el Gobierno de España lo rechazará con seguridad y que no tiene un encaje fácil en el Derecho Internacional?

-El Derecho Internacional siempre depende de la coyuntura del momento. Mire lo que pasó con Yugoslavia. Ahora mismo está claro que carece de apoyo alguno y creo que empeñarse en el referéndum es una huida hacia adelante que puede resultar útil solo a corto plazo.

-¿Tiene sustancia en su opinión la reclamación del derecho a decidir o es en el fondo un mantra populista?

-El derecho a decidir, planteado colectivamente, tiene seriedad. Lo que sucede es que ese derecho a decidir se ha planteado como derecho a conseguir la independencia inmediata. Habría que tener claro para qué exactamente se está pidiendo el derecho a decidir. Hay que rechazar el soberanismo extremo pero mantener también una vía que de a ese malestar colectivo una forma de expresión.

-¿Qué es para usted Cataluña?

-Es mi pueblo, la comunidad con la que comparto un sentido de identidad.

-¿Y España?

-El Estado común en el que estamos integrados y que en circunstancias distintas nos ha ofrecido reglas mejores o peores de convivencia.

-¿En qué se distingue el pueblo de Cataluña del pueblo de España?

-En Cataluña, por ejemplo, se valora mucho el municipalismo y el asociacionismo por una tradición histórica desvinculada de las instituciones. Nos gusta el autogobierno y dirigirnos nosotros mismos más que en otros lugares de España.

-¿Qué puede añadir a la situación actual la reforma federal de la Constitución que de mala gana y sin concretar propone en PSOE?

-Hasta que no se formule no se debe usar el término federal alegremente, pero yo creo menos en las definiciones institucionales que en las reglas del juego.

-Como exmilitante de un partido comunista, el PSUC, ¿no encuentra contradicción alguna entre nacionalismo y comunismo?

-En absoluto. Dejé el PSUC cuando comenzó la Transición porque decidí pensar por mi cuenta. Ser socialista es compatible con la defensa de las libertades nacionales aunque parezca que el encaje es complicado. Ya cuando luchaba contra el franquismo proclamaba: "Libertad, amnistía y Estatut de Autonomía".

Compartir el artículo

stats