Ningún mallorquín ignora que Maria Antònia Munar tiene cita cada día en la céntrica peluquería Llongueras, a escasos metros de la catedral de Palma. También es sobradamente conocido que su primera hora de la mañana se acerca al mediodía. Un vestuario impecable, la exhibición de joyas de firma en los debates parlamentarios y, por qué negarlo, el acento netamente barcelonés cuando se expresa en catalán, explican en buena parte la hostilidad de la población de la isla hacia la primera dama indiscutible de la política balear.

En terrenos más frívolos, la derecha no le perdona que su inevitable bisagra nacionalista -Unió Mallorquina- haya inclinado por dos veces el Govern autonómico hacia la izquierda, una traición que la llevó a copar íntegramente la portada de Abc, bajo la acusación de viuda negra. El público progresista la rechaza por un discurso que no omite andanadas contra la inmigración. Se les indigesta simultáneamente a izquierdistas y conservadores, porque tienen que plegarse suplicantes a sus exigencias, sin que PP ni PSOE hayan zanjado esa dependencia mutua.

Vistos los horarios de Munar, citarla como imputada a las diez de la mañana de un lunes es el mayor castigo judicial que el Tribunal Superior de Baleares ha infligido a la hoy presidenta del Parlament balear. En un ejemplo de la sangre fría que define su trayectoria pública, la afectada indica que ha sido convocada judicialmente para dar su "opinión". Ningún mallorquín ignora que la fundadora de UM había convertido la política en un excelente negocio y había demostrado que no estaba reñida con el lujo, pero también la creían aureolada por una impunidad ahora dinamitada. En una comunidad con más de una veintena de políticos de alto rango encausados, y hasta siete sentencias recientes contra cargos del PP, el cava ha corrido para celebrar la imputación de quien fuera presidenta de Mallorca y consellera de Cultura de Gabriel Cañellas. Entre la derecha, sólo el recién imputado Jaume Matas obtiene una mayor animadversión.

La presidenta de un partido que apela a Mallorca desde su propio nombre nació en Barcelona, hace 54 años. Por supuesto, su imputación atiende a excesos urbanísticos, radicados en la finca de Can Domenge, adyacente al ya célebre velódromo Palma Arena. En esta instalación deportiva no homologada por las autoridades ciclistas, el inexplicado y desaparecido sobreprecio de 40 a 110 millones de euros simboliza la última legislatura del Govern del PP, en obligada alianza con UM.

En Can Domenge, el Consell de Mallorca presidido por Munar organizó uno de los concursos más pintorescos de la historia. El precio ofrecido para enajenar un terreno público era un factor secundario. De hecho, dejaba de puntuar a partir de 30 millones de euros, la mitad de la cotización oficial del suelo. La constructora Núñez i Navarro del ex presidente del Barça ofreció el doble de la cantidad señalada en las bases, y a continuación se querelló contra todos los miembros de la institución que votaron la arbitraria decisión, incluidos los 16 representantes del PP que votaron a pies juntillas la decisión de Munar. En la instrucción figuran reuniones previas de políticos de UM con representantes de la constructora vencedora.

El proyecto definitivo fue encargado a Jean Nouvel, autor de la barcelonesa torre Agbar que reconoció contactos muy anteriores a la convocatoria. Al margen de la calificación jurídica de los hechos, el patrimonio genético de Munar le impediría apreciar incorrección alguna en lo sucedido. La dimensión pública de su gestión atiende a factores más espectaculares. Ningún mallorquín la olvida posando junto a Claudia Schiffer -en la inauguración de un hotel que carecía de las oportunas licencias- o recibiendo en su institución a Boris Becker -multado por las graves infracciones urbanísticas en su mansión mallorquina-. Cuando encomendó el himno oficial de la isla a la voz de Chenoa, comentó que este gesto populista era más importante que cualquier pieza de legislación emanada de la autonomía en ese periodo.

Se pecaría de simplismo alineando a Munar en el estante de los políticos artificiales, aunque una intervención policial contra una trama de su partido se bautice como operación Maquillaje. La presidenta del Parlament se doctoró en Derecho, pero tampoco este trámite académico se desarrolló pacíficamente. El catedrático de Historia del Derecho que dirigió el trabajo se refiere a un encargo del rector de la Universitat de les Illes Balears, con sobrados motivos para congraciarse con la política. El trabajo fue rechazado por las instituciones universitarias alegando su escaso fuelle, y vio multiplicado su número de páginas sin que el director se atreva a negar la intervención de manos ajenas.

Munar fue una precursora más allá de los límites de Mallorca. En tiempos de paridad, cuesta imaginar los arrestos de una veinteañera militante de UCD que funda UM hace tres décadas, con la pretensión jamás materializada de repetir la peripecia de la Convergència de Pujol. Su formación nacionalista entronizó en 1983 a un Gabriel Cañellas que se había impuesto por unos centenares escasos de votos al PSOE de Félix Pons. El ídolo político de la presidenta del Parlament es el liberal alemán Hans-Dietrich Genscher, junto a quien posó en un sofá como una aplicada discípula. Brandt, Kohl, Schröder o Merkel, no hay demasiadas diferencias para la mujer que posibilitó la llegada de la izquierda al Govern en 1999.

Aquel primitivo Pacto de Progreso, apoyado externamente por UM, fue el precedente explícito adoptado por Pasqual Maragall para conquistar la Generalitat junto a Iniciativa y ERC. Y no cabe olvidar que el acuerdo catalán presagia el ascenso de Zapatero al poder en 2004. Munar culmina estas maniobras sin superar jamás el 10% de votos, y con el desprecio indisimulado del 90% restante de ciudadanos.

La corrupción -en cuanto degeneración institucional, a la espera de veredictos judiciales- del PP balear y de UM ofrecen matices distintos. Los populares hicieron saltar la banca entre 2003 y 2007, con tarjetas de crédito oficiales utilizadas en prostíbulos homosexuales y cientos de miles de euros públicos escondidos en cajas de Cola-Cao. Los nacionalistas practicaron unos métodos más caseros y respetuosos con el medio ambiente, pero se han visto arrastrados por la marea. Los dos últimos presidentes regionales del partido conservador se han refugiado en el extranjero. Matas tiene en Estados Unidos una de su media docena de residencias repartidas por todo el mundo. Su sucesora Rosa Estarás se aisló en Bruselas el mismo día en que un alto funcionario de su Govern la acusaba de falsear actas públicas.

Munar orilló una petición en firme del PP para que presidiera el Govern, y se refugió en el puesto decorativo pero fotográficamente agradecido de presidenta del Parlament. No fue suficiente. Al sentirse cercada por los jueces, asestó el primer zarpazo de romper el Pacto de Progreso en el Consell de Mallorca. De concretarse la imputación, un rango compartido por los tres últimos presidentes de Unió Mallorquina, Munar tendrá que romper muchos pactos. No importa. En 2011 a más tardar, el partido que gane las elecciones autonómicas en Balears se dirigirá humildemente a su puerta. A una hora avanzada de la mañana.