Pescanova aterrizó en Chapela en 1964 con la compra de la desaparecida Compañía de Pesca e Industrias del Bacalao (Copiba), que terminaría de absorber por completo el 22 de septiembre de 1966. Y, desde que la multinacional aterrizó en esta parroquia de Redondela, su imagen fue siempre de la mano de esa especie de chimenea que alteraba el skyline y donde pintó su nombre en vertical, mirando a Vigo. Así estuvo hasta ayer, que la cubrió de blanco para maquillarla de Nueva Pescanova. La multinacional que dirige Ignacio González ya había renovado en junio gran parte de su imagen en las instalaciones centrales, así como los logos en barcos y en las sedes de filiales como Novanam (Namibia) y Argenova (Argentina); lo de ayer fue el adiós a un símbolo.

La primera imagen del nombre de Pescanova en este edificio que consta en el archivo de FARO es de octubre de 1968 (una imagen de Magar), durante la visita a la factoría del entonces presidente del Sindicato Nacional de la Pesca, Agustín de Bárcena y Reus. "Visitaron la moderna factoría Pescanova, en Chapela, haciendo un recorrido por las distintas dependencias interesándose por la marcha y sistema de trabajo", relató entonces este periódico. Los anfitriones de la expedición, como directores de la planta, fueron Javier Pedrosa y Jesús García.

Desde entonces las letras habían sido repintadas numerosas veces hasta que, a mediados de los noventa, incluyó el diseño que había conservado hasta ayer. Salvo pequeñas modificaciones Pescanova nunca había sometido su imagen a un rediseño completo hasta que presentó la nueva imagen en febrero, y a partir de ahí empezó a incluirla en el packaging de los productos de forma paulatina. "Con esta nueva imagen queremos seguir recordando que somos innovadores desde el primer día y que sentimos mucho respeto por lo que nos da el mar. Sin duda, con este cambio rejuvenecemos no solo nuestra cara más visible, sino también nuestras ganas, pasión y fuerza", resumía entonces González.

Pero aquellas letras, las de antes, vieron pasar de todo, incluso testimonios del apartheid. "Unos marineros comentan con sus familiares diferentes la vida en Sudáfrica. A los blancos no se les permite hablar con mujeres negras [...] La entrada a los cabarets cuesta un rand (más de 80 pesetas)", relató FARO sobre la llegada de la tripulación del buque factoría Galicia. O la presentación de su propio equipo ciclista en 1986. O la visita a Galicia del primer presidente de la historia de Namibia, Sam Nujoma, en 1996. O la dimisión, en julio de 2013, de Manuel Fernández de Sousa, el último representante de la estirpe familiar que fundó el imperio hace más de 57 años. "Nadie es insustituible, yo tampoco lo soy y por tanto es mi obligación, llegado este momento, presentar mi dimisión, cosa que he hecho". Esa chimenea vivió de todo; a partir de ahora lo seguirá haciendo, pero con distinta letra.