El origen de la explotación del granito, según José González, se sustenta en tres factores. El primero es la propia existencia en Porriño de uno de los yacimientos de granito más importantes de España, cuya piedra había sido ya utilizada de manera tosca hace siglos no sólo en la construcción de viviendas sino también en la de galpones, cierres de fincas, postes de viñedos, mampostería o empedrados de caminos y carreteras.

El comienzo de la explotación de las canteras de una forma más ordenada no llegaría hasta la mitad del siglo XIX, cuando pequeños maestros canteros se convirtieron en los pioneros de esta actividad. A principios del siglo XX esta incipiente industria comienza a producir adoquines para el pavimento de las calles.

“En 1894 Jenaro de la Fuente, técnico del ayuntamiento de Vigo, propone hacer un ensayo de pavimentado de la calle Príncipe con adoquín de granito de Porriño”, relata José González. Pero el material no llega ni a tiempo ni en las cantidades requeridas por el que más tarde sería afamado arquitecto. La introducción de este material de obra tendría que esperar hasta 1901, cuando las pequeñas explotaciones son capaces de cubrir las necesidades de los proyectos en marcha. Finalmente, el concello vigués es capaz de pavimentar el tramo de la actual calle Colón que discurre entre Policarpo Sanz y Príncipe.

José González explica que “el suministro regular de grandes cantidades de adoquín, necesitaba y propició la contratación de mano de obra portuguesa”, especializada en su país en este tipo de actividad.

Habrá que esperar a 1909 para que esta industria funcione con total regularidad; Vigo y la propia villa de Porriño recubrieron sus principales calles con adoquín. Éste es el año que para José González se puede considerar como el inicio de la industria de la piedra, con la incorporación de trabajadores fijos para desarrollar esta actividad.

Dos personajes fueron claves para el definitivo lanzamiento del granito en el mundo de la construcción y de la arquitectura: el arquitecto Antonio Palacios Ramilo y su primo Octavio Ramilo Portela. Ambos no eran ajenos al potencial que Porriño y los ayuntamientos adyacentes tenían en reservas de rocas graníticas.

En su obra, José González explica como entre los años 1940 y 1970 destacan por su gran maestría numerosos canteros de la comarca de Louriña, que más que por su nombre eran conocidos por sus apodos. Cita por ejemplo a Juan Giráldez (Cascante), Julián Rodríguez Oya (Espenico), Juan Pereira (Lousas), Manuel Pereira Ramilo (Malleiro), Antonio Giráldez (Cutiño), Dámaso Martínez Oya, Ramón Alonso Vázquez, Servando Oya Martínez, Basilio y Félix Oya, Jesús (Pesetas), Jesús Oya, José Ozores Lago, Manuel Maceira, Jesús Ramilo y su tío Serafín, además de otros muchos.

“Estos canteros asumían una peligrosidad extrema en los movimientos de las pesadas piedras, pero sobre todo con el uso del explosivo, que ellos mismos fabricaban artesanalmente con nitrato potásico, azufre y carbón vegetal en las proporciones adecuadas y que era causa frecuente de accidentes a consecuencia de los cuales varios quedaron ciegos y algunos otros perdieron la vida”. Describe José González que labor de extracción de la piedra era muy rudimentaria, ya que las herramientas que se utilizaban eran muy elementales.

“Se limitaban a picos, punteros, marretas, pinchotes (cuñas), martillón, barrenas, atacador, hierros de monte o palancas”. Aquellas piezas que por su uso contra la piedra se desgastaban, se llevaban a la fragua “y eran los propios canteros los que hacían las veces de herreros”.

El difícil transporte

Los medios de transporte de los bloques de granito tampoco ayudaban demasiado. Al principio los desplazamientos del material se realizaban con carros tirados por bueyes, que mucho tiempo después fueron sustituidos por camiones. La actividad era tal que muchas empresas no dudaban en recurrir a la mano de obra de menores de edad para dar salida a los pedidos de piedra, fundamentalmente de adoquín.

Esta industria estaba en manos de unos pocos. Así en la década de los años 50 los mayores suministradores de adoquín y bordillo eran Secundino Vaqueiro (Salceda de Caselas), Santos Rodríguez (Porriño) y Ramilo (Vigo), que controlaban los encargos y los suministros de la mayor parte de las producciones de las distintas canteras. La maquinaría industrial para la extracción del granito no llegó hasta 1965. José González recuerda que a partir de aquel año llegaron las grúas con cabestrante de arrastre y elevación, mecanizándose también el trabajo con los compresores de gasoil y eléctricos.

Estos medios se vieron complementados con las potentes palas mecánicas con útiles intercambiables, lo que propició el avance y desarrollo de las canteras. De ahí se pasó la corte con soplete (lanza térmica) y años más tarde al corte con hilo diamantado.

Chillida en Porriño

José González se recrea en un episodio singular y desconocido para muchos gallegos. En el año 1965 el famoso escultor vasco Eduardo Chillida recibe el encargo de construir un monumento en memoria del asesinado presidente de EE UU, John F. Kennedy, que sería instalado en la ciudad de Dallas donde recibió los impactos de un rifle calibre 22.

Describe González que Chillida estuvo acompañado por J.G. Araujo que le enseñó todas las canteras para elegir las cinco grandes piezas que constituirían el monumento, la mayor de la cuales pesaba más de 50 toneladas.

Las piezas una vez elaboradas fueron enviadas en transportes especiales hasta el puerto de Vigo desde donde partieron hacia Estados Unidos. La ejecución de la obra se realizó en un taller de Budiño. Chillida eligió a canteros del lugar para trabajar bajo su dirección. Fueron los hermanos Francisco y José Antonio Romero Lemos los encargados de dar forma a la idea de Chillida.