Una tarde más, y ya van nueve, Pasarón volvió a vivir una jornada de alegría. El Pontevedra amarró de nuevo los tres puntos en su fortín. Y lo hizo, otra vez, sin demasiado brillo, pero con eficiencia. Da igual cómo sea el guión. El conjunto lerezano es como un martillo pilón en su casa y ayer castigó al Boiro con una goleada.

Y eso que el Pontevedra comenzó muy espeso. Su primera parte fue una muestra de falta de creatividad. Al equipo le costaba un mundo construir juego y el balón a Mario Barco era el único recurso para instalarse en el campo del Boiro. Por suerte, el punta de Calahorra andaba muy fino y convertía cada envío hacia su persona en un ataque fructífero. Daba igual si era por alto o por bajo, al espacio o al pie. Mario siempre ganaba la pelota.

Precisamente en un pase filtrado de Jacobo paralelo a banda llegó la primera ocasión de peligro. Barco ganó por velocidad y potencia a los puntas y se anticipó a la salida desesperada de Pato Guillén, que lo arrolló. Debió ser roja porque la ocasión era manifiesta, pero la posición escorada, la presencia de los centrales y lo temprano del cronómetro echó para atrás al árbitro, que creyó que con una amarilla podía ser suficiente.

El encuentro había comenzado con buenas perspectivas, pero pronto el Boiro le tomó el pulso e incluso tuvo tramos de dominar sin complejos, impulsado por la calidad de su segunda línea. Cuando Romay y Cano triangulaban, el Pontevedra sufría. Por suerte para el cuadro granate, la única acción de verdadera amenaza le cayó a Rubén Rivera, que estuvo lento y chutó a las manos de Edu.

Mientras, el Pontevedra seguía buscándose a sí mismo. Y tras el tramo de dominio boirense, pareció dar un paso adelante. Fue en esos instantes cuando Jacobo, libre de marca, mandó a las nubes una volea con pinta de gol. El Boiro había perdido presencia, pero el cuadro dirigido por Luisito seguía sin ofrecer sensaciones demasiado gratificantes.

Cambios y goles

Así lo debió de entender también el técnico, porque en el descanso ordenó un doble cambio. Mateu Ferrer y Abel entraron al campo sustituyendo a unos apagados Jacobo y Mouriño. Y fuese fruto de las sustituciones o no, lo cierto es que a los tres minutos de la reanudación, el Pontevedra volvió a encontrar la oportunidad de adelantarse.

Como si fuese por pura inercia ganadora. Añón, que pasó a jugar en la mediapunta, cayó a banda izquierda y desde allí sirvió un esférico colgado al área hacia el omnipresentes Mario Barco. El punta se adelantó al primer palo y remató de cabeza. Catú llegó forzado y en su escorzo, metió la mano y cortó la trayectoria de la pelota. Penalti claro y Bonilla al lanzamiento. En su tercera oportunidad del curso desde el punto fatídico, el lateral izquierdo volvió a colar el balón por el sitio habitual. Chut fuerte a la izquierda de un Pato que no llegó pese a adivinar sus intenciones.

Con el 1-0, el partido cambió. El Pontevedra se creció y recuperó su mejor versión. Supo ceder algo de terreno y maniató a un Boiro que trató de estirarse aunque sin mordiente ofensiva. Tan solo un par de barullos en el área pusieron en aprietos a Edu, que vivió tranquilo. Mientras, el cuadro granate seguía su plan y en otro balón al área, Barco consolidó el triunfo a la hora de juego. Bonilla centró y Mario transformó un balón que se perdía sin dueño, en un golazo gracias a un remate acrobático que pilló por sorpresa hasta a Pato Guillén.

Con el 2-0, el Boiro tuvo que extremar su plan. El equipo del Barbanza adelantó las filas y el Pontevedra le penalizó. Porque con la línea de tres centrales y además arropado por los carrileros y la pareja de mediocentros, el equipo dirigido por Luisito cerró todos los caminos de cara a gol y dejó seco a un conjunto blanco, que no encontró opción alguna de remate. Mientras, el Pontevedra estaba cómodo y cada vez que lograba engarzar un ataque era sinónimo de peligro.

El colegiado privó a los granates de un nuevo penalti, éste clamoroso sobre un Añón que ya encaraba al meta. Pero los instantes finales llegaron y el Pontevedra siguió con hambre mientras el Boiro bajó los brazos. A partir del minuto 80, el equipo foráneo se desconectó y el bloque lerezano le endosó dos tantos más, obra de Álex González y Abel, que funcionaron como revulsivos. Pudieron ser más, pero Pato evitó que Mateu, Abel y Añón redondeasen aún más la feliz tarde en Pasarón.