Miguel Ángel se marchó de Ourense en el verano de 1967 para labrarse un nombre en la leyenda del Real Madrid. Tuvo que tener paciencia porque en las primeras temporadas, con una cesión al Castellón incluida, no tuvo un papel protagonista. Junquera y Betancort le cerraron el paso y tuvo que esperar a 1974 para hacerse con la titularidad en un once compartido con Benito, Rubiñán, Del Bosque, Camacho, Pirri, Santillana, Amancio, Velasco, Grosso o Netzer. "En 50 años quedan muchas cosas -recuerda en su mirada atrás-. Salí para formarme en una gran ciudad, a la que llegué para realizar un trabajo que tenía muchas dificultades y estoy muy satisfecho de lo que he conseguido. Como inconformista que soy, me hubiese gustado conseguir más, pero me siento orgulloso del trabajo realizado". Este verano, otro ourensano, Raúl Dacosta, ha recorrido el mismo camino que hizo Miguel Ángel a finales de la década de los 60 para sumarse a los cadetes. El exportero está al corriente de la llegada a La Fábrica de la promesa ourensana, a la que le desea suerte y le pide fortaleza de ánimo. "Últimamente voy de tarde en tarde a Valdebebas -señala-, pero ojalá tenga la fortuna de reunirse con gente positiva. Tiene que controlar las amistades y saber que, si quieres llegar a algo en un equipo tan importante, tienes que sacrificar muchas cosas y vivir con intensidad los entrenamientos para encontrar un resultado al final. Aunque al principio no juegues, si perseveras, conseguirás lo que te propongas, siempre teniendo claro que es tu profesión".