El Xuven atraviesa por un estado de depresión en su juego. Ante el Murcia llegó la tercera derrota consecutiva en un partido clave para los intereses amarillos de ganar crédito en la lucha por el play-off, pero lo cierto es que la sensación de dominio de los visitantes fue superior a lo que dice la diferencia final.

El ritmo inicial se mantuvo parejo, al igual que el marcador. Hasta cuatro cambios de ventaja se registraron en ese primer cuarto, también cabe decir que fueron los únicos de todo el encuentro. La mayor fortaleza física de los murcianos se hacía notar poco a poco en el desarrollo del juego. A ello se le unían demasiadas canastas fáciles en transición, o tras rebote ofensivo, que minaron la defensa amarilla. El parcial de 0-9 con el que culminó el primer acto dejaba entrever que había un equipo lanzado a por la victoria.

Los de Chiqui Barros, pese a seguir mostrando carencias en la defensa, mejoraron conforme avanzaba el encuentro y curiosamente cuando menos triples lanzaron, solo uno en todo el segundo cuarto y además anotado, frente a los diez intentos del primero. El balón corría y los pívots ganaban en protagonismo y la diferencia se estrechaba hasta un 31-35 que obligó al Real Murcia a pedir tiempo muerto.

El problema para el Xuven es que el peaje para poder competir estaba resultando demasiado caro. Las faltas empezaban a pesar, al igual que las piernas de unos titulares que apenas contaron con descanso en toda la primera parte.

Con 31-41 se inició la segunda parte y en el primer minuto llegó la bofetada de la eliminación de Juanchi Orellano con dos faltas consecutivas muy protestadas en O Pombal y ahí todas las atenciones se desviaron hacia el arbitraje. Murcia aprovechó la desconexión general para, con una defensa en zona, seguir abriendo brecha llegando a tener hasta 21 puntos de ventaja en el tercer cuarto. El partido se convirtió entonces en una incansable lucha hacia una misión que se había tornado imposible.