Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

fútbol - Supercopa

El Real Madrid saca músculo en el Camp Nou

El equipo de Zidane encarrila el título tras ganar con dos golazos en el último tramo de Ronaldo y de Asensio

Cristiano Ronaldo se encara con el público tras marcar el segundo gol y sacarse la camiseta. // Efe

Zidane empezó a ganar la Supercopa anulando a Messi y dejó que Cristiano Ronaldo rematase la faena en la última media hora. Kovacic se fundió persiguiendo a Messi, que sólo pudo marcar de penalti inventado por el árbitro. Cristiano respondió como acostumbra en el Camp Nou, con una contra y un trallazo a la escuadra de Ter Stegen. Después sufrió el rigor que De Burgos Bengoetxea no tuvo con Luis Suárez en una jugada similar, al entender que el portugués había simulado penalti. Ronaldo, que se había ganado una tarjeta por presumir de musculatura tras su gol, no aceptó la segunda amonestación y reaccionó con un empujón al árbitro que puede tener consencuencias. No la tuvo para el Madrid, que en inferioridad fue capaz de dar la estocada al Barça con otro gol marca de la casa de Asensio.

Desde que Messi reina en el Barcelona, todos los entrenadores del Madrid han buscado el antídoto para el jugador más desequilibrante del mundo. Especial empeño puso José Mourinho, con resultados irregulares. A Zidane no le cayó en saco roto la exhibición del argentino en el último Clásico de Liga, en el Bernabéu, decisivo hasta el último segundo. Por eso ayer probó una práctica casi en desuso en el fútbol moderno: un jugador exclusivamente preocupado por Messi en todas las zonas del campo.

El elegido fue Kovacic, precisamente la gran novedad en la alineación blanca aprovechando la baja de Modric. Se notó que Zidane había trabajado concienzudamente la táctica anti-Messi. Porque los movimientos de Kovacic podían desajustar el sistema defensivo madridista, sobre todo cuando el "10" caía a la banda. El técnico madridista lo solucionó moviendo a Casemiro en función del croata. Si se iba lejos del área, el brasileño cerraba. Si Messi adelantaba su posición, Casemiro daba un paso al frente.

La novedad táctica permitió a Keylor Navas pasar un primer tiempo relativamente tranquilo, sólo alterado por un par de chispazos en los que no tuvo nada que ver Messi. Como contrapartida, el Madrid minimizó su potencial atacante. Al margen de que Cristiano se quedó en el banquillo, el reajuste arrinconó durante muchos minutos a Isco en la banda izquierda. Desde ahí fabricó las mejores oportunidades madridistas, pero no tuvo el peso en el juego de otras veces.

Las rigideces tácticas bajaron las pulsaciones del Clásico, sólo alteradas por algunas entradas a destiempo que depararon demasiadas tarjetas para tan poca intensidad. Las defensas se impusieron casi siempre a los ataques y sólo hubo que contabilizar dos primeros planos de los porteros: Navas neutralizó un tiro cruzado de Luis Suárez y Ter Stegen palmeó a córner un chut de Bale, asistido por Isco.

El verdadero Clásico, ese en el que los dos equipos sueltan amarras, llegó tras el descanso. Y dejó en muy buen lugar al Madrid, necesitado en estos tiempos del balón para explotar todo su potencial. Mantuvo el rigor defensivo del primer tiempo, pero se fue arriba con más convicción. Una bendición para jugadores como Isco y Marcelo, decisivos en el primer gol por mucho que en la estadística aparezca el nombre de Piqué, que llegó muy apurado al cruce para evitar que el centro del brasileño llegase a algún compañero. El 0-1 fue la espoleta que convirtió el partido en una bomba de relojería.

No hubo tregua en los cuarenta minutos restantes. Acarició el Barça el empate en un centro-chut de Deulofeu que Messi, a un palmo de la puerta, no llegó a desviar. Contestó Benzema, con hectáreas a su disposición, para regalar el 0-2 a Carvajal, pero Jordi Alba llegó al rescate de un Ter Stegen superado. Poco después comparecía Cristiano y Kovacic, reventado, dejaba por fin tranquilo a Messi. Con el centro del campo despoblado, el partido fue un cara o cruz en el que el Madrid tenía todas las de ganar. Un penalti injusto dio aire al Barça, al que le pudo la ansiedad. Despobló su defensa y eso, con Cristiano en el campo, es una invitación al suicidio. Los goles de Ronaldo y Asensio sólo sirvieron para confirmar que el Madrid de Zidane puede presumir de musculatura.

Compartir el artículo

stats