El Tucu es ahora mismo, y con notable diferencia, el jugador más consistente de la plantilla céltica. Primero transformó los silbidos de antaño en silencio, después en aplausos complacientes y ahora incluso genera expresiones de asombro en la grada porque el chileno, agrandado por la confianza, empieza a menudear en los esmeros técnicos. Aunque mantenga el trote de apariencia cansina, que le viene de serie, su área de influencia es cada vez mayor. Fue el principal adversario de los colchoneros en la batalla aérea y, una vez más, el que más faltas provocó. Solidario en la construcción, posiblemente el Celta echó en falta sus incorporaciones al área. Como el Tucu tiene raza, acabó caliente, airado, aunque supo controlarse para evitar males mayores.