El Celta B sumó un nuevo punto en Barreiro para paliar su nefasta racha fuera de casa, donde, a punto de finalizar la primera vuelta, todavía no conoce la victoria y acumula ocho derrotas consecutiva. El empate ante el Somozas sirve al menos para seguir sumando como local y mantener así al filial céltico fuera de los puestos de descenso. Un punto y gracias porque el conjunto de Javier Torres Gómez volvió a mostrar muchos problemas para generar fútbol de ataque, viviendo casi en exclusiva de lo que pueda fabricarse Borja Iglesias o de alguna aparición de Luis Rioja, y, además, en la recta final del choque vio cómo los visitantes estrellaban un balón en los dos palos de la meta defendida por Néstor Díaz, salvador casi sobre el pitido final con una mano prodigiosa a un remate casi a bocajarro de Adrián.

El Celta B apostó, como siempre en Barreiro, por tener la pelota ante un Somozas que, en los instantes iniciales, aceptó su papel aunque más tarde buscaría igualmente su cuota de protagonismo con el balón. Sin embargo, una vez más, la posesión no se tradujo en llegadas. Los jugadores vigueses combinaban con relativa facilidad en zonas tranquilas, sin arriesgar en demasía pero, del mismo modo, sin inquietar seriamente la portería defendida por Manda. Cierto es también que en los primeros cuarenta y cinco minutos Néstor Díaz fue otro espectador más de un partido con poco ritmo e intensidad, ya que el Somozas no generó ni un solo acercamiento digno de mención. Solo un mal despeje de David Goldar que a punto estuvo de costar muy caro puesto que la pelota acabó estrellándose en la escuadra de la portería céltica.

El bagaje en ataque de un Celta B sin ideas ni argumentos ofensivos también fue muy escaso. Un centro de Borja Iglesias sobre la derecha que atrapó Manda adelantándose a la posible llegada de un rematador al cuarto de hora y una buena acción de Rioja por la derecha para habilitar a Borja Iglesias, quien, muy tapado, no pudo encontrar portería con su disparo (min. 25).

Y nada más. Posiblemente por eso, Torres Gómez optó por una variación en el intermedio, retirando a un prácticamente inédito Franco Fragapane para dar entrada a Rubén Ramiro. El cambio provocó también que Julio Delgado ocupase ahora una posición más centrada pero tampoco supuso una revolución para un partido que estaba más frío que el día en Barreiro

Al menos, Rubén Ramiro probó a los dos minutos de la reanudación a Manda con un intento de gol olímpico que despertaba de su letargo al meta del Somozas.

Fue un espejismo. El Celta B continuaba dominando la posesión pero sin saber bien qué hacer con ella. El Somozas, bien colocado, concedía pocos espacios y los célticos eran incapaces de encontrarlos o provocarlos. Los minutos pasaban lenta pero incansablemente y, casi sin querer, los visitantes iban poco a poco dando pasos hacia atrás, cediendo más metros a los locales.

Y cuando parecía que más controlado tenía el partido el conjunto de Torres Gómez, llegó el susto. Un ex del Celta B como David Añón puso un perfecto balón en profundidad para dejar a Mario Barco mano a mano con Néstor Díaz. Su disparo cruzado superó al meta y se estrelló en la base del poste izquierdo, luego en el derecho y, para la sorpresa generalizada, el balón salió fuera en lugar de acabar en el fondo de la portería viguesa.

La clarísima jugada de gol provocó la reacción del técnico del filial, que buscó agitar a su equipo y ganar presencia en ataque con un claro cambio ofensivo al retirar a Pape Cheikh para dar entrada a Guille Andrés.

El cambio pareció dar sus frutos y el recién entrado se convirtió en protagonista después de que la grada local reclamase un posible penalti por agarrón sobre Borja Iglesias (min. 73).

Porque el partido tuvo en los quince minutos finales todo el ritmo y la emoción de la que había adolecido hasta ese momento. Guille Andrés obligó por partida doble a estirarse a Manda para evitar el tanto céltico. Primero, con un buen cabezazo a un buen centro de Luis Rioja (min. 75) y, después, con un ajustado disparo raso desde la frontal (min. 82).

El Celta B iba lanzado a por el gol que le diese el triunfo pero tuvo que frenar en seco. Añón puso un peligroso centro al que no llego por milímetros Mario Barco y sí Diego Alende, aunque en su caso para rematar contra su propia portería, obligando a Néstor Díaz a exhibir sus reflejos. Y no fue la última acción salvadora del portero céltico, que, a la salida de un cóner, aún tuvo que sacar una mano prodigiosa a remate de Andrés a quemarropa cuando casi se cumplía el tiempo reglamentario. Una mano que permite, al menos, sumar un nuevo punto a la espera de mantener la racha como local la próxima semana en el derbi ante el Coruxo y a romper, de una vez por todas, la nefasta trayectoria como visitante.