Dani Abalo tiene un lugar asegurado en el recuento histórico del Ludogorets. Su nombre se mencionará en reportajes y aniversarios de la prensa búlgara, cuando toque conmemorar la participación de cuadro de Razgrad en la Liga de Campeones. Porque fue el arousano el que logró el primer gol en esta competición y en un escenario tan excepcional como Anfield. Así que pasarán los años y cada cierto tiempo a Dani le sonará el teléfono y una voz al otro lado, de inconfundible acento esvalo, le pedirá por favor que relate una vez más cómo en el 90 batió a Mignolet y a qué supo la amargura del tanto de Gerrard, dos minutos después, que le estropeó la gloria.

Pero Dani Abalo aún no pertenece a las edades, sino al presente y tiene aún batallas por delante que cumplir. Dermendzhiev, que lo quita y lo saca del once inicial con la misma facilidad, premió ayer al gallego con la titularidad. Aunque por banda izquierda, que en el Celta sólo probó de forma ocasional.

Dani Abalo se vació en el esfuerzo, inscrustándose casi como lateral en el repliegue defensivo. Eso le restó brillantez en el ataque al multiplicarle los metros de recorrido. Llegó siempre después de largas galopadas, sin el fuelle necesario para encarar. Y cuando acertó a romper la línea madridista con desmarques en ruptura, sus compañeros no le asistieron de la forma adecuada. Pero no escatimó ni un gramo de energía y aún tuvo fuerzas para concluir el encuentro ya por la banda derecha y ejecutando los córners. Intenso, se ganó una amarilla y encajó una fuerte patada de Modric.