Cuando Rafael Nadal Parera (Manacor, 1986) se arrodilló sobre la tierra de la Phillip Chatrier, a las 18.45 horas de la tarde del domingo 8 de junio de 2014, seguramente no era consciente de que había entrado en el Olimpo de la historia del deporte. Su noveno título en Roland Garros de diez participaciones -solo falló en 2009 ante el sueco Robin Soderling- le convierten, por derecho propio, en uno de los deportistas más legendarios de todos los tiempos, a la altura de los mejores.

Y en el capítulo de esta selecta historia encontramos a hombres de la talla del baloncestista Michael Jordan, líder de los Chicago Bulls que consiguió seis anillos de la NBA; el nadador Michael Phelps, que se colgó ocho medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín; Michael Schumacher, que ahora se debate entre la vida y la muerte, con siete títulos mundiales en Fórmula Uno; Valentino Rossi, todavía en activo, con nueve títulos en motociclismo, o el golfista Tiger Woods, con catorce grandes en su palmarés.

En esta lista no hay que olvidar a Roger Federer, que, a dos meses de cumplir 33 años, parece estar en el inicio del ocaso de su carrera, que suma diecisiete grandes títulos para un total de 77, que le permiten entrar en los libros de historia.

Exceptuando a Federer, y a diferencia de Nadal, el resto de grandes deportistas no tuvo rivales trascendentes fuera del radio de influencia de su deporte. Posiblemente solo el mítico e incomparable Jordan, que coincidió con la feroz oposición de los Lakers de Magic Johnson. Nadal lo valoró nada más clasificarse para la final tras abrumar a Andy Murray en las semifinales. "Toda mi carrera he tenido que ganar a los mejores para estar arriba. Posiblemente en la historia del tenis no haya habido una rivalidad tan grande como la que estamos protagonizando Roger, Novak y yo mismo", dijo, para recordar a continuación: "Sampras fue número uno con muchos menos puntos de los que necesitamos ahora para serlo. Esto da una idea de la dificultad para conseguir el objetivo".

Nadal, que necesitó suero al término de la final ante Novak Djokovic, suma y sigue en su ascenso imparable hacia lo más alto. Con su victoria sobre Djokovic, que rompía una racha de cuatro derrotas ante el serbio, ha logrado una gesta nunca vista en la historia del tenis: lograr la victoria nueve veces en un mismo torneo, mucho menos de un Grand Slam. Como dijo el manacorí en la rueda de prensa, en la que tenía dificultades para hablar por agotamiento, "ganar nueve veces un mismo torneo es no fallar casi nunca durante una década. Lo que se desprende es que he conseguido una gran regularidad, y ha sido conseguida a base de esfuerzo y de trabajo".

Y por su cabeza, añadió el entrenador Toni Nadal. "Ha ganado por su cabeza", reflexionó, eufórico, al término de la final el tío del campeón de catorce grandes: "Tenía calambres y no sé qué hubiera pasado en un quinto set", comentó.

La mentalidad, el no venirse nunca abajo, levantarse siempre aun en los peores momentos ha sido la guinda de un deportista con un gen competitivo diferente al resto. Su ambición y "ganas de ganar", como siempre recuerda, le han dado un plus que le ha catapultado a la cumbre de su deporte.

Carlos Moyá, campeón en París en 1998 y ahora capitán del equipo español de Copa Davis, que apostó sin tapujos por la victoria de su paisano sobre Djokovic, fue lo suficientemente gráfico para explicar lo que pasa en el cerebro de Nadal: "Ganará su catorce grande y ya pensará en el quince, y cuando ya tenga el quince, en el dieciséis. Rafa es así de grande. Su ambición no tiene límites", subrayó.

Es la marca de un campeón sin parangón. Con 28 años recién cumplidos y si las lesiones le respetan, no se atisba el final de esta apasionante carrera hacia la gloria de Rafael Nadal Parera.