David Monreal (Ourense, 1973), entre los 17 y los 32 años,fue talonador del Hospitalet, donde se crió y ejerció además como capitán. A comienzos de 2006 se mudó a Nueva Zelanda. Quería profundizar en los misterios del rugby. Fichó por el Christchurch, el club más antiguo del país. Como tenía un hombro destrozado, dedicó aquel primer ejercicio a entrenar al segundo equipo del Christchurch Boys' High School, instituto del que han salido estrellas legendarias como Andrew Mehrtens o Dan Carter. En su segunda campaña ya pudo competir en el XV del Christchurch. Pero fue también su despedida como jugador en activo. Al menos en teoría.

Monreal pasó a trabajar en diferentes cometidos con el cuerpo técnico del club neozelandés. Paliaba su añoranza por la cancha en las pachangas veraniegas con sus colegas de L'Hospitalet. Al fin, en 2010, llegó la llamada del Universidade de Vigo. Fue la campaña histórica del ascenso. Monreal se centró exclusivamente en su papel de entrenador hasta que llegaron las citas decisivas. Se vistió de corto en la victoria sobre el Barça que otorgó la clasificación para el play off de ascenso. Y tuvo una actuación esencial en ese doble duelo con el CRC. Suyo fue el único ensayo de la eliminatoria, en la ida (11-6); también estaba entre los que soportaron las últimas cargas madrileñas en el Valle de Las Cañas (6-6).

Monreal no volvió a jugar en las dos primeras temporadas en División de Honor (aunque siempre se ha sacado la licencia por si acaso). Entre otras cuestiones, porque en verano de 2011, en un partido de "seven" en Ourense, se rompió el ligamento lateral de la rodilla.

En la actual liga, sin embargo, las numerosas lesiones han obligado a Monreal a quitarse el óxido. Le ayuda que sigue cuidándose en el gimnasio y compartiendo entrenamientos con sus chicos. Aunque la naturaleza le multiplica los obstáculos. Está en 93 kilos, lejos de los 102 de cuando jugaba. Muy liviano para actuar de talonador y más aún como pilier, que ha sido su función más común en el Blusens. También con lesiones a superar. Se estrenó en Gernika en noviembre, un rival le cayó sobre la pierna y se produjo un arrancamiento del calcáneo. Lo escayolaron. "Seis semanas", le dijeron los médicos. A las tres se la quitó. "Ya iré yo empezando a correr según me duela", les dijo. El pasado domingo, ante el Hermi, aunque escaso en minutos, exhibió su total recuperación.

"Yo mantengo la ilusión. Si no, sería el primero en no salir. Al rugby sólo se puede jugar con sentimiento", explica Monreal, aunque advierte: "La sensación es un poco diferente ahora que soy entrenador. Piensas más en el global del partido y no sólo en tu propio papel. Sientes más responsabilidad. No puedes cometer las equivocaciones que tú mismo le señalas a tus jugadores. Iría en mi contra. Aunque los fallos se hacen sin querer".

Ante el Hermi se sintió en plenitud: "Aparte del ensayo, entré dos o tres veces a limpiar en el ruck y lo hice convencido. Cuando tomas una decisión, debes ir al cien por cien". Es su forma de predicar con la práctica a unos jugadores que asimilar bien su doble función: "Somos como una familia y lo ven normal".

Monreal tiene como ventaja el apoyo de Alberto Mera, su socio en el cuerpo técnico, aunque medio en broma no descarta recuperarlo también como jugador este domingo en casa del áspero Cajasol, equipo especializado en triquiñuelas. Mera era el medio melé titular en el XV del ascenso y es una demarcación en situación frágil, sin el lesionado Maguna y con Simon pendiente de si lo sancionan por la roja recibida ante el Hermi. En Sevilla les espera "un partido muy duro. Será esencial mantenerse frío y no caer en sus provocaciones". Será su instrucción desde la banda. O su ejemplo desde dentro, si es que conviene.