El Annapurna tiene peor fama. La "montaña maldita", la llaman. En 2004 su coeficiente de peligrosidad desbordaba el cuarenta por ciento (55 muertos en 137 ascensiones). Pero todo 'ochomil' es de colmillo afilado y también el Gasherbrum I, donde reposan Alonso y sus compañeros. William Martin Conway lo bautizó como "pico escondido" por su remota ubicación. Solo el undécimo en altitud pero uno de los más complejos a nivel técnico. De hecho, muchos atribuyen que no figure entre los más letales a que sea reto mayormente de alpinistas experimentados, aunque no existen ningún sortilegio mágico.

Conoce bien sus peligros Sechu López, amigo de Abel Alonso, con el que había llegado a planear alguna expedición conjunta. Una lesión de Sechu trastocó los planes en común. Este fijó su vista en el tibetano Shisha Pangma. El viaje, previsto para dentro de un mes, estaba pendiente de las autoridades chinas. Abel logró permisos veraniegos para los Gasherbrum I y II, que Sechu ya había visitado en 2009. Coronó el II días después de haber fracasado precisamente en el I. Renunció cuando se encontraba a 7.859 metros de altitud, a apenas 200 de la cima, más o menos donde también se dio la vuelta el pasado domingo Alfredo García, el miembro de la expedición de Alonso que sí sería rescatado. Una gigantesca ventisca le impedía dar un paso más a Sechu. "¡No sé ni dónde está la cumbre!", se le oye exclamar en el vídeo que él mismo estaba grabando. En 2012 Sechu coronaría el Annapurna. El capricho de las montañas no se contiene en estadísticas.

Abel Alonso, Xevi Gómez y Álvaro Paredes amplían la lista general de fallecidos en las cumbres del Himalaya. Cuenta que asciende a 68, según el registro más extendido, desde que Jordi Matas perdiera la vida en el Kohe Shah (6.920 metros) en 1971. El Gasherbrum I tardó en aportar a la triste cosecha, pero tiene su propio capítulo. El 18 de agosto de 1990 los catalanes Albert Ibáñez y Josep Grañó murieron cuando regresaban al campo 3 tras haber renunciado a hacer cumbre. El asturiano Manuel Álvarez, miembro de una expedición de la Escuela Militar de Jaca, perdió la vida el 17 de julio de 1996, también en el descenso al campo 3, aunque él sí había llegado a lo más alto. Álvarez sufrió una caída cuando se rompió una de las cuerdas de sujeción. Otro asturiano, José Manuel Buenaga, se precipitó al vacío el 5 de julio de 2003 cuando estaba cerca de la cúspide y un año después, el 25 de julio de 2004, el ilicitano José Antonio Antón también sufrió un accidente mortal al poco de haber completado la ascensión. Regreso, caída... Una secuencia que se repite y es también la hipótesis que se maneja en el caso de Abel Alonso.

Su muerte viste de luto al montañismo gallego, que llevaba tiempo sin llorar a alguno de los suyos. Hubo épocas duras. Chus Lago recuerda especialmente una década ominosa, entre mediados de los ochenta y comienzos de los noventa. La alpinista recita el memorial del luto: "Javier Iglesias y Senén Cruces en el Naranjo de Bulnes, Moncho Melón, Miguelito en los Alpes, Alberto por una avalancha...". Los caídos de aquella generación que "iba por toda España haciendo locuras, escalando lo que fuese".

Para aquellos chicos, el Himalaya quedaba demasiado lejos. Pero también en el techo del mundo hubo lágrimas gallegas. La memoria de los veteranos retrocede al 7 de mayo de 1989. Ese día otro vigués, Santiago Suárez Alonso, resbalaba sobre los hielos del Manaslú nepalí (8.163) y moría.

Sucedió a 7.250 metros de altura. Junto a él estaban Javier Iraola, José Melón y Albino Quinteiro. Componían la expedición "Galicia Himalaya 2000", la más ambiciosa del alpinismo gallego hasta el momento. El Shisha Pangma había sido su primer objetivo, pero las circunstancias políticas que atravesaba el Tíbet lo desaconsejaron. El Manaslu fue la alternativa.

A Santiago Suárez, locutor y productor en Radio Popular de Vigo, lo lloraron a mares. "Persona maravillosa", dijeron de él como dicen de Abel Alonso. En ambos casos el amor a la montaña les fue inculcado de niños por sus padres. Suárez fue enterrado en la montaña por sus compañeros. Alonso reposa bajo sus nieves. De alguna manera, aunque distanciados en geografía y tiempo, duermen juntos.