Uno de los asuntos que más debate ha generado durante la temporada ha sido la afluencia de espectadores a Balaídos donde la media de aficionados, durante meses, no alcanzaba los diez mil, una cifra ridícula teniendo en cuenta el impacto que el Celta tiene sobre la ciudad y su entorno. El problema, si cabe, se agravaba al comprobar la respuesta que los aficionados del Deportivo han ofrecido al conjunto coruñés tras su caída a la Segunda División.

La asistencia a Balaídos fue creciendo poco a poco, a medida que llegaban los buenos resultados y el club ponía en marchas iniciativas para lograr mejores entradas. En esa tarea involucró a los propios socios (unos 13.000 tras la última campaña de abonados). Tras ese reclamo se produjo el momento de más esplendor de la temporada. Se superaron los 15.000 espectadores en varias ocasiones y el momento cumbre se produjo con la visita del Deportivo a Balaídos cuando el estadio colgó el cartel de no hay billetes, algo que no sucedía desde la célebre eliminatoria de la Copa de la UEFA ante el Benfica. Pero desapareció aquella iniciativa y Balaídos volvió a languidecer aunque en los últimos encuentros de la temporada volvió a subir la asistencia.

Pero hay una circunstancia que anuncia buenos tiempos para el celtismo. Se trata del movimiento que una serie de peñas han ido generando alrededor del equipo vigués, que han dinamizado la grada y han supuesto una especie de renovación en la forma de vivir el Celta. Los incombustibles Comando Celta, Carcamáns o Centolos y muchas otras siguen ahí, cumpliendo de forma religiosa cada fin de semana con su compromiso con el Celta. Pero la aparición especialmente de Irmandiños, en la grada de Río Bajo, ha sido un paso importante para el ambiente que cada fin de semana se registra en Balaídos. Al mismo tiempo, el heroico comportamiento de Blau Cel (la peña de Barcelona) que cubre el Mediterráneo como si fuese un territorio a defender; o la recién nacida "Morrinha Celeste" en Madrid, que supone el punto de reunión de los célticos desperdigados por la capital de España, son otros protagonistas indiscutibles de este ascenso. Todos ellos han convertido en una especie de cuestión personal que el Celta no se haya sentido solo en toda la temporada en Segunda División, en la que abundan los viajes tediosos, largos, a campos pequeños e incómodos. Lo han hecho con una entrega y generosidad absoluta. Se ha visto desde agosto. No ha habido partido sin un número apreciable de seguidores del Celta en la grada, sin los cánticos de siempre y los jugadores han terminado por admitir la importancia de esa circunstancia. Desde Vigo hay muchos aficionados que han cruzado España de forma habitual para la ver al equipo y eso tuvo uno de los momentos especiales en el encuentro contra el Guadalajara jugado a mitad de semana, a las nueve de la noche, en el que varios cientos de seguidores aparecieron allí.

Tampoco se puede obviar lo sucedido en el último encuentro en Balaídos ante el Xerez, en que en una situación absolutamente límite, los aficionados del Celta (trece mil según los datos ofrecidos por el club) generaron una electricidad única. Fue un Balaídos diferente, extraño incluso, que se lanzó al rescate de sus jugadores. Un detalle de grandeza de los aficionados que parecen dispuestos a cambiar un tanto la fama de público intolerante y protestón que tenían los de Balaídos. Durante esta temporada ellos también han sido básicos para que el Celta no se sintiese extraño en ningún lugar.