El Celta rompió ayer el idilio que vivía con el nuevo año. Después de dos semanas en el cielo tras sus triunfos sobre el Rayo y el Elche, ayer recibió una considerable bofetada a destiempo que supone un pequeño freno en la carrera que vive contra el Betis y el Rayo. Los de Herrera cedieron un empate con un gol en el descuento de Bermejo que cerró un delirante final condicionado por los problemas que generó la ausencia de sus laterales. Sin repuestos específicos (lo que hay que achacar a la planificación del verano) el técnico fue improvisando soluciones con las que defender el 1-0 conseguido por De Lucas. Se produjo un ataque de conservadurismo general. En el campo y sobre todo en el banquillo, algo que el Xerez castigó en el descuento cuando el Celta ya con tres centrales y veía más cerca la orilla.

El desenlace puede parecer lógica para la clase de encuentro que resultó. Al margen de las deficiencias de los vigueses, tuvo mucho mérito el Xerez y su esfuerzo generoso en la presión. Desde el pitido inicial llevaron el partido a un terreno incómodo para los célticos que se estrellaron contra la idea de Javi López que confió el partido a desconectar a De Lucas y a Trashorras. Para ello era esencial frenar las líneas de aprovisionamiento por lo que acumuló hombres en el medio del campo y cargó con fuerza contra López Garai, Bustos y Alex López, los encargados deinclinar los partidos del lado del Celta, los que generan el caldo de cultivo para que el trío de ataque los resuelva después. Los de Herrera sufrieron en aquella pelea. No la evitaron porque no va en el carácter de este equipo, pero se les vio extraños, como si le quisiesen poner un traje que ese día no les apetecía.El partido se desarrolló sin ocasiones, sin presencia en las áreas, sin intervenciones de los porteros, con mucha batalla en el medio y cierta sensación de dominio de los andaluces. El Celta estuvo firme. Su defensa –muy novedosa con Víctor y Ortega en el lugar de Mallo y Vila-– se comportó pese a un par de indecisiones iniciales y el Celta resistió a la espera de su ocasión. Y la encontró por una de esas vías que mejor ha explotado esta temporada. El balón parado. Trashorras ejecutó una falta, Catalá cabeceó en un palo y De Lucas cerró la jugada en el lado contrario. Un premio a la paciencia, a la sangre fría y al trabajo semanal en A Madroa. El gol hinchó al Celta que un minuto después pudo liquidar la fiesta con un libre directo que Trashorras estrelló en la cruceta de la portería del Xerez.

El escenario cambió en el segundo tiempo. Al Xerez ya no le alcanzaba con presionar. Tenía que irse al área del Celta en busca del empate y los de Herrera, en principio, deberían encontrar metros para que sus galgos explotasen su velocidad. Dominaron los andaluces, replegaron los vigueses con algo de descaro. Parecía una provocación, como si les invitasen a venir a su área con la intención de tener más garantías para atacar a su espalda. Y así fue. El segundo tiempo el Xerez tenía la pelota, pero el partido era un muestrario de infructuosas contras de los vigueses. Sólo quedaba por saber el tiempo que aguantarían unos y otros en aquel contexto. La sustitución de Roberto Lago, que ya no podía más, lo cambió todo. Fue el punto de partido para el delirio que se vivió en el tramo final del partido. Herrera, sin recambios específicos, sacó a Abalo de lateral derecho y pasó a Víctor al izquierdo. El Xerez insistió, reunió más delanteros en el balcón del área vigués y comenzó a aprovecharse de la debilidad del Celta en los costados donde Abalo y Víctor las empezaban a pasar canutas con las llegadas de los andaluces. No había ocasiones, pero sí una sensación extraña. Herrera le vio mala cara al partido y optó por una solución radical y muy discutible. Retiró a David Rodríguez –lo que anulaba muchas opciones de contragolpear– y situó a Túñez para jugar con tres centrales y Abalo y Víctor como carrileros. El técnico pensó que era el momento de resistir, que el Xerez insistiría en los pelotazos en busca de un remate salvador y que para eso la solución de los tres centrales era lo mejor. El Celta se encontró con una línea de circunstancias en un momento crítico. Demasiado enrevesado, demasiada gente fuera de posición. Para radicalizar aún más la propuesta el técnico retiró a Trashorras –que siempre da una pausa necesaria– para que entrase Michu. Estaba claro que hacía tiempo que el Celta sólo jugaba en una portería. Mala cosa. La pelota no les duraba y la gestión de los últimos minutos fue ridícula.Faltó malicia para congelar el partido, para darle aire al equipo, para frenar el empuje de los andaluces, para no regalar el balón sistemáticamente. Y en el minuto 91 los centrales se tragaron un pelotazo desde su campo, el balón cayó a los pies de Bermejo y el Celta vio cómo volaban dos puntos. Un bofetón en toda regla.